Al revisar los mensajes recibidos en el teléfono móvil, Flor de Betania reparó en el hermoso brillo del barniz de sus propias uñas. Los tonos color de melón están de moda en todo, se dijo; compraré una blusa tirando a mamey para usarla aquí en la oficina. Sobre su escritorio el teléfono sonaba y sonaba con insistencia. Flor de Betania, finalmente, apartó su móvil y levantó el teléfono de la central. –¿Es de la inmobiliaria? –Sí, señor, ¿en qué puedo servirle? –Señorita, dígale al señor Caperuzo que Brazobán, regidor del ayuntamiento, lo irá a visitar con su ayudante dentro de veinte minutos.
–Señor Caperuzo, lo acaba de llamar el señor Brazobán, del ayuntamiento; dice que estará aquí dentro de veinte minutos. Tiene urgencia en hablar con usted. –Está bien, Flor de Betania; cuando llegue hazlo subir. Minutos después se abrió la puerta de vidrio y entró Brazobán, acompañado por un guardaespaldas. Era un tipo fornido, de piel obscura, con cara redonda. –Señor Brazobán, suba la escalera; lo están esperando. El guardaespaldas se sentó en el sofá del recibidor, frente a Flor de Betania. Brazobán subió la escalera a toda prisa, con dos teléfonos en una mano y un papel en la otra.
–Señor Caperuzo, vengo a decirle, de parte del alcalde, que ya todo está listo para el asunto de los solares de la prolongación de la Avenida Renacimiento. El agrimensor entregó los planos con las medidas del parque y de los solares; a ustedes le tocarán 40,000 metros en la proximidad el parque. Los legisladores aprobarán la compra la semana que viene. El cabildo ya hizo la tasación, usted tendrá que hacer el pago en Bienes Nacionales. Vaya resolviendo la cuestión del dinero, no queremos demorar la operación.
–¿Quiénes harán la obra de jardinería del parque? Lo preguntó porque un buen parque facilita la venta de las tierras. –Ese es un negocio que está en manos del alcalde; él tiene su gente para eso. Lo nuestro, lo de los regidores, estará en las calzadas y contenes del borde de los solares. El alcalde quiere que usted acelere la compra de la vivienda de la viuda Edelmira. Debemos complacer al hombre que nos apoya.