Las tildes que nos sofocan

Las tildes que nos sofocan

El ministro de Obras Publicas y Comunicaciones provoca especial atención a un lector de este matutino. Quiero decir, el empleo de las virgulillas acentuales en los nombres del  ministro.

Desconozco la identificación del interesado, ya que la nota que envió carece de identificación alguna, ni siquiera usó iniciales. Su nombre pudo haber enriquecido el  intercambio del análisis del tema que planteó este curioso observador.

El lector-fantasma comenta que el nombre del ministro de Obras Públicas y Comunicaciones tiene acento en cada una de sus identificaciones: Ingeniero: Víctor  Díaz  Rúa.  Hay en el planteamiento del inquieto una demostrada limitación en el conocimiento del habla: nivel oral-nivel escrito. La escritura es señal para la vista; lo hablado es señal para el oído. El acento es elevación del tono de la voz que destaca una vocal por encima del resto de vocales integradas en una palabra. No es necesario hacer exactamente ese paralelismo, la lengua está llena de expresiones para discurrir sobre ese y muchos temas. Pero la preocupación es provocada por la ineficiente formación de los estudios en área del idioma.  El acento, según el lugar donde se produzca la elevación del tono de la voz, identifica a los vocablos en: agudos, graves o breves, esdrújulos y sobresdrújulos. Aparte del acento diacrítico. Para mayor entendimiento, se le llama acento prosódico.   Para presentarlo en la escritura lo marcamos con una raya que desciende de derecha a izquierda e identifica las palabras, para representarlos en el código escrito. Según el lugar donde deba destacarse la entonación, se llaman:

a) Agudas: con entonación en la última sílaba o en la única sílaba, cuando se trate de un monosílabo: él, dé (del verbo dar), mí, pronombre personal de la primera persona del singular. Tu, posesivo de segunda persona, no se le marca porque es palabra átona. Sí se le marca al pronombre personal tú (sustantivo).  Nótese que la clasificación se establece contando a partir del final de la palabra (del rabo al cabo):

Saltó/: sílaba final, aguda. Ca/rác/ter: en la penúltima: Voz  breve o llana. Último: va en la antepenúltima: esdrújula.

Igualmente en empleo de un verbo, al cual se le añaden al final, dos o más pronombres personales, sin acentuación, pronombres átonos. Es que se agregan al final del verbo, y hacen correr la acentuación a una sílaba anterior, que puede pasar de aguda a llana: di/les/; dá/mela/, de llana a esdrújula. Comprén/da-se-le. Si solamente decimos  com/pren/da, llana, que no marca tilde, si se le agregan los pronombres átonos: se – le, es decir, elementos que carecen de carga tónica, la palabra no tiene refuerzo de la voz ni en /le/ última sílaba, ni en /se/ penúltima, ni en /da/, antepenúltima sílaba (parte del verbo), sino en /prén/, segmento anterior a la antepenúltima, lo que hace un modelo de palabras que combinan un verbo (tónico) con dos o más pronombres átonos. La recarga rítmica, que  aporta el verbo (tónico) y, en el caso de la especie viene a ser palabra sobresdrújula por llevar el  tono en sílaba anterior a la antepenúltima. 

Víctor Díaz Rúa representa sus acentos o tildaciones por razón de normas  de la ortografía española, para asegurar la prosodia adecuada con  elevación del tono de la voz en la sílaba pertinente. Veamos este caso en particular:

/Víctor/ es una expresión con acento en la penúltima sílaba, palabra llana. Una regla en nuestra gramática reza que a estas palabras, terminadas en consonantes, excepto /n/o/s/,  se les marca el reforzamiento vocal.   /Díaz/ es un caso especial: disuelve el diptongo entre las vocales: i-a, si no se aplica la tilde, se leería: Di/á/z

En el caso de /Rúa/ se produce la misma situación: disolver el diptongo. Si no coloco la tilde, se leerá: Ru/á/.

La acentuación, sea ortográfica o prosódica, no es cuestión de distribución o repetición. Agruparse varias palabras con o sin la tilde, depende de la necesidad de cada hecho de habla.

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