Las torturas a menudo es una tentación y casi nunca funcionan

Las torturas a menudo es una tentación y casi nunca funcionan

NUEVA YORK.- Fue dos meses antes del 11 de septiembre del 2001, en un país árabe que seguirá sin ser nombrado, y el sujeto iraquí del interrogatorio no estaba hablando. De manera que el traductor, un alto hombre local de duro mentón y con cicatrices de las guerras en que había estado, se volvió al interrogador.

[b]»)Quiere que lo suavice?», preguntó el traductor. [/b]

Nadie en la sala tuvo duda alguna sobre el significado de esas palabras, dijo Marc Garlasco, agente de espionaje que estuvo presente. Pero en vez de continuar con el guión perfecto de unaa película y permitir que el iraquí fuera golpeado o humillado, el interrogador estalló.

[b]»)Está loco?», gritó.[/b]

Después de pedir un receso, preguntó al traductor si él alguna vez había revelado secretos bajo tortura cuando había sido capturado. Nunca, dijo el traductor. «Escuche», le dijo el interrogador. «La tortura no funciona».

La tortura puede hacer hablar a la gente, pero interrogadores experimentados saben que regularmente no pueden decir si lo que el sujeto dice bajo tortura o humillación es cierto, porque el sujeto dirá lo que él o ella piense que pondrá fin a la tortura. Los interrogadores novatos rara vez son conscientes de cuán comprometida es probable que sea la información obtenida por medio de la rudeza.

Ahora parece evidente que después del 11 de septiembre, escenas como la ocurrida en la sala de interrogatorio árabe se volvieron más raras. Aun antes de los abusos en la prisión de Abu Ghraib en Irak, al menos según organizaciones defensoras de los derechos humanos, prácticas de interrogatorio cuestionables que rayan en la tortura estaban teniendo lugar en bases en Afganistán y el centro de detención estadounidense en la Bahía de Guantánamo en Cuba.

Cualquiera que sea la verdad de las otras denuncias, el abuso de prisioneros en Abu Ghraib demanda una explicación: )Cómo pudieron soldados y contratistas civiles estadounidenses comunes infligir esa degradación a otros seres humanos?

Una respuesta, dicen sicólogos, ex agentes de espionaje y analistas militares, pudiera radicar en la naturaleza de la tortura misma: La tortura y la humillación son un paisaje sin fronteras, una ladera terrible en la que incluso los interrogadores más experimentados pueden deslizarse una vez que se permiten aplicar la más ligera presión física o sicológica.

Yehezkel Lein, jefe del departamento de investigación en B’Tselem, una organización de derechos humanos israelí, dijo que después de que Israel empezó a reprimir el uso de la presión física a fines de los años 80, inicialmente limitó su uso sólo a las llamadas bombas de tiempo activadas, prisioneros con conocimiento de un ataque inminente. Pero dijo que la investigación de B’Tselem mostró que incluso bajo esos lineamientos, aproximadamente 80 por ciento de los palestinos detenidos terminó sometido a técnicas físicas como severa privación del sueño, permanecer sentados en posiciones dolorosas durante horas o peor.

«Fue imposibole trazar una línea clara», dijo Lein. Citó la práctica de tomar a un prisionero de la camisa y sacudirlo. Dijo que la sacudida en ocasiones se volvía tan violenta que varios prisioneros murieron.

«Se puede tratar de poner en un medio continuo», dijo la doctora Rona M. Fields, sicóloga e investigadora del Centro para Estudios Avanzados de Defensa en la escuela de ingeniería de la Universidad George Washington.

Pero, añadió, «tan pronto como la persona es intimidad, es tortura».

Fields dio otro ejemplo de cómo la tortura en las manos equivocadas puede salirse rápidamente de control y cobrar vidas. Después del golpe que llevó al general Augusto Pinochet al poder en Chile, interrogadores militares que usaban una tortura «grotesca y terrible» a menudo mataron a sus sujetos antes de enterarse de algo de valor, dijo Fields, obligando al país a recurrir a la policía mejor entrenada. Empleando métodos que ella dijo habían aprendido de manuales de la CIA y el Departamento de Defensa, la policía fue más capaz de mantener vivos a sus sujetos hasta que revelaban información, lo cual en ocasiones hacían.

El debate sobre qué salió horriblemente mal en la prisión de Abu Ghraib en Irak ha oscilado entre la afirmación de que los soldados y los contratistas que maltrataron a los prisioneros estaban, en forma torcida, pasando un buen rato, y la posibilidad de que estuvieran actuando siguiendo órdenes.

«Quizá es una situación del tipo del ‘Señor de las Moscas’ donde las normas sociales básicas fallan», dijo Garlaco, quien es ahora analista militar en Human Rights Watch, un supervisor de derechos independiente. De ser así, los soldados de bajo nivel estaban siendo impulsados por lo que Boaz Ganor, director del Instituto de Política Internacional para el Antiterrorismo en Israel, llamó «su propia misteriosa satisfacción, que no tiene nada que ver con el antiterrorismo». A juzgar por otros casos de abuso, los reservistas y contratistas civiles en la prisión probablemente estaban mal supervisados, dijo Fields. Eso, dijo, pudiera hacerlos «responsables de juicios y decisiones sobre comportamientos que en la vida civil nunca les habrían sido confiados porque no son capaces de eso».

Otra posibilidad es que sus superiores les ordenaron «suavizar» a los prisioneros, en palabras del traductor de mentón fuerte. Pero si eso fuera cierto, entonces aquellos a cargo tenían incluso menos habilidad para un verdadero interrogatorio que sus subordinados, dicen los expertos.

«Uno tiene que poder responder por la calidad de la información que está obteniendo», dijo Michael Baker, un veterano de 16 años de la CIA que ahora es director ejecutivo de Diligence Middle East, una compañía de seguridad privada que está trabajando en Irak. «Y una vez que el prisionero está siendo torturado, cómo se puede confiar en lo que está diciendo, porque l gente hará cualquier cosa para hacer que termine la tortura», dijo Baker.

[b]En otras palabras, la tortura no funciona.[/b]

La Convención de Ginebra contra la tortura prohíbe «cualquier acto por medio del cual dolor o sufrimiento severos, ya sean físico o mental, sea infligido intencionalmente a una persona para propósitos como obtener de él o una tercera persona información o una confesión».

Incluso ese cuidadoso lenguaje burocrático «obviamente es muy subjetivo», dijo Garlasco. Lineamientos legales establecidos por el Centro de Espionaje del Ejército y Fort Huachuca en Arizona, donde son adiestrados los interrogadores del gobierno, son más explícitos: «Los soldados no pueden usar cualquier forma de tortura física, incluidos la privación de alimentos, los golpes, la inflicción de dolor a través de sustancias químicas o atadura, o choques eléctricos. Los soldados tampoco podrían usar la tortura mental, como ejecuciones falsas, privación anormal del sueño o sicosis inducida químicamente».

Pero de algún modo, ninguno de los lineamientos funcionó. Mientras el mundo espera el resultado de las investigaciones sobre los abusos de Abu Ghraib, el mensaje podría ser que sólo los interrogadores más altamente capacitados y disciplinados tienen una oportunidad de mentenerse en la cresta de la temida y oscura ladera llamada tortura.

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