Todo ha ido cambiando, sobre todo en los últimos tiempos. Esto lo hemos podido comprobar en la época navideña, que para muchos termina con la Epifanía; la que, hasta sus tradiciones han ido sufriendo cambios o transformaciones. De manera particular el Día de los Santos Reyes. Causado por varios aspectos.
Particularmente en nuestro querido país, sobre todo los que pertenecemos a las generaciones que sobrepasan las 7, 8 y 9 décadas, podemos apreciar con más facilidad esos cambios en las costumbres y tradiciones. En algunos casos con cierta nostalgia. Pero no debemos pasar por alto, que a partir de finales del siglo 19 y principios del 20 al país llegaron muchos inmigrantes de diferentes costumbres y creencias.
Se puede afirmar que la mayoría de los inmigrantes, tanto de origen español, como árabes y de otros países de Europa, llegaron influenciados por el cristianismo. En su mayoría católicos. Y eso ligado con las costumbres arraigadas aquí desde mucho antes, le dieron al Día de Reyes mayor connotación.
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Convirtiéndose en un día especial. Al extremo de que, aun habiéndose perdido parte de esas tradiciones, mucha gente de la clase popular todavía prefiere coger prestado, con tal de poder dejarle a sus hijos o nietos un presente de los Reyes Magos.
Recuerdo bien lo que nos decía un gran sacerdote, párroco durante mucho tiempo en Salcedo, el padre David, en el sentido de que la celebración del Día de los Reyes era la confirmación de que Jesús había nacido y que por eso representaba un gran día y una gran fiesta.
Pero, si bien algunos inmigrantes practicaban u obedecían la fe cristiana, llegaron igualmente otros para los que las festividades de Navidad o cristianas no tenían mucho significado, pero algunos o muchos de sus descendientes se fueron adaptando y aceptando esas tradiciones.
Sin embargo otros, a pesar de creer en el mismo Dios, renegaron a ellas. Esto, sumado a otras influencias más recientes de negación de todo lo que provenga de las iglesias y de Dios, ha ido distorsionando o cambiando en cierto modo, lo que para muchos de nuestra generación representan bellas tradiciones familiares y cristianas.
Cabe la pena resaltar, que muchos de los inmigrantes no creyentes, pero que eran comerciantes, no ponían resistencia a la celebración del Día de Reyes. Al contrario, como se trataba de negocio, colaboraban para la celebración de desfiles, bailes y juegos.
Pero todo va cambiando o como dirían otros, adaptándose a los tiempos. Lo que no es bueno ni malo. Solo, que en algunos se producen choques culturales que con los años va agrandando las nostalgias. Y sobre todo, temor a que las nuevas generaciones, incluyendo las que provienen de familias con tradiciones cristianas, en el caso de muchos como yo católicos, se dejen influenciar por los que no creen en esas tradiciones.
Porque detrás de la negación de las tradiciones, podría arrastrarse la negación de lo espiritual, lo divino y por lo concerniente a Dios. Y el que no le teme a Dios, aunque logre éxitos económicos o ínfulas sociales, normalmente termina mal. Lo que ningún cristiano desea para su prójimo. Por eso debemos conservar las sanas tradiciones.