Las  tres muertes de Desiderio Arias

Las  tres muertes de Desiderio Arias

POR UBI RIVAS
Consecuencias de una terquedad visceral y un cosmos descaminado consistente en que todos los gobiernos obligatoriamente tenían que ceder ante su reincidencia levantisca, en realidad el general Desiderio Arias, falleció el 20-06-31, cuando la guardia del entonces emergente brigadier Rafael Leonidas Trujillo, lo rindió, capturó, fusiló y le cercenó el cuello en los cerros de Gurabo de Mao.

La terquedad visceral, inconcebible, se materializa luego de que Desiderio se entrevista con Trujillo en Dajabón, apenas días antes de su final, prometiéndole adhesión a su gobierno que aún no había cumplido el periplo de un año, y se excusó de proseguir la reunión, anunciándole que marcharía hacia Montecristi a integrarse a la comisión de recibo luego de su partida de la bucólica población.

Quebró su palabra empeñada a Trujillo y siguió directo hacia los cerros de Gurabo de Mao, donde las palomas cenizas acuden cada junio a Los Lambederos en procura del calcio que tienen sus laderas, antes de su apareamiento, y cuando le informaron a Trujillo sobre la ocurrencia, simplemente no dio crédito a la confidencia, porque interpretó descabellada y fuera de toda lógica elemental la actitud de Desiderio.

Interpretó descabellada la actitud de Desidero porque no concebía que el fogueado guerrillero no entendiera que los tiempos habían cambiado desde que empezó a tomar los breñales de la Línea Noroeste como la trinchera semoviente para sugestionar, doblegar y hacer que los gobiernos le entregaran las orondas prebendas de administrar los puertos de Montecristi y Puerto Plata, entonces, junto con los de Sánchez y San Pedro de Macorís, los más activos del país.

Desiderio había perdido la óptica, acostumbrado a su reiterada práctica montaraz como método por excelencia de presión, de que en realidad él era el último guerrillero viviente, el último mohicano, para rememorar la formidable novela de la escritora norteamericana Fenimore Cooper sobre el exterminio de la raza cheroquee que poblaba las comarcas de las cataratas del Niágara, que en su lengua traducía “gran ruido”.

El 19-11-30, caía abatido por la guardia de Trujillo en Los Mogotes, Cipriano Bencosme y de manera inexplicable, Desiderio no asimiló la cruda lección de siete meses antes de que Trujillo en primer término no jugaba y en segundo, sin tapujos insistía que la época de la montonera había quedado atrás, como la noche de Jan Valtin, y que como la novela de Erich María Remarque, “no había novedad en el frente”.

Los lauros marchitados

Desiderio había acumulado lauros incuestionables en los choques de Chacuey, Pumpum, Juan Calvo, el Cerro de las Mercedes, Dajabón, enguerrillado contra los gobiernos frágiles de entonces, y como todos los jefes montaraces y todos los gobernantes antes y después de su vigencia y desaparición, sin presentar nunca un proyecto de gobierno, un proyecto de país, sino proyectos de los grupos que han aupado hacia el solio presidencial a los mandantes de turno.

Empero, esos lauros habían marchitado primero cuando se le alzó al presidente Juan Isidro Jiménez Pereyra, siendo Ministro de la Guerra, titular de las FFAA, caso insólito en nuestro acontecer republicano e irrepetible, aunque Trujillo, siendo jefe de del Ejército, algo parecido a Ministro de la Guerra, hizo lo propio contra un alicaído y terminante presidente Horacio Vásquez el 23-02-30. Esos lauros de Desiderio concluyeron cuando exhibió una actitud diametralmente opuesta a su natural comportamiento con los gobiernos, en el preciso momento en que la infantería de marina de los Estados Unidos, el famoso Marine, “los primeros en el frente”, materializaron la primera intervención afrentosa en nuestro país el 05-05-16, y Desiderio, mansito, enfiló su montura hacia Santiago de los Caballeros, nueve días después, donde fijó residencia por seis años dedicándose a cultivar un conuco para sobrevivir.

El pueblo dominicano, sensiblero por su tradicional incultura, inclinado a adoptar como suyas versiones supercheras y no cimentadas al rigor de los hechos comprobables, maximizó a Desiderio como una gran figura, cuando en realidad, junto a Horacio Vásquez y Cesáreo Guillermo, han sido tres grandes impertinentes, perturbadores del progreso, con una miope concepción de estadistas.

“Dice Desiderio Arias / que lo dejen trabajar / porque si él coge el Machete / nadie sabe lo que hará./ No hizo absolutamente nada cuando desembarcaron los marines.

“Desiderio Arias, / hombre de valor, / a nadie hizo mal, / a nadie mató”/. Desiderio se apropiaba de ganado vacuno y caprino, cosechas de conucos ajenos, chantajeaba a los gobiernos con alzarse si no le entregaban las prebendas que exigía, aunque todo, cierto, no fue nunca para su provecho personal, sino para mantener a los naboríes que le seguían a ciegas.

Cuando cae fusilado por la guardia de Trujillo es cierto que “no tenía ni una mazorca de maíz que asar”, excepto su salario como senador por Montecristi, poltrona que trocó por su atavismo por la aventura, porque Desiderio no podía, a sus 59 años, modificar su conducta levantisca para extender la mano hacia abajo en el Senado para aprobar las leyes y una vez al mes  hacia arriba para recibir su salario.

El historiador Rufino Martínez describe a Desiderio como un prócer y afirma que “el pueblo le lloró como nunca había llorado a un guerrillero, siendo el último espécímen notable de una clase social que entraba en su fase de extinción”.

Rufino Martínez olvidó adrede, el funeral del general Demetrio Rodríguez en Juan Gómez, luego de caer abatido intentando cruzar el puente La Guinea en Puerto Plata, peleando contra el gobierno pusilánime de Carlos Felipe Morales Languasco, el 02-01-06, aunque Rufino narra:  “Le lloró toda la Línea (Noroeste) y por largos años no se apagó su recuerdo”, brotando de los cambronales y guazabarales una honda tonadilla: ““Perdió la Línea un tesoro / la República una espada / murió Demetrio Rodríguez / quedó la patria enlutada”.

La segunda y tercera defunción del general Desiderio Arias la sacramentalizó el mayor general EN ® José Miguel Soto Jiménez en sus sendas entregas a Listín Diario del 30-10-05 y 03-12-05, cuando describe con su estilo diferente a todos los estilos, el derroche de valor sin provecho de Desiderio, un fenómeno pasmoso en la historia nacional que Joaquín Balaguer describe en Los Carpinteros.

GRANDES RECENTIDOS

Desiderio, como más atrás Gaspar Polanco, y en su momento Trujillo, eran grandes resentidos sociales.

Desiderio porque cuando sus progenitores, Tomás Arias y María Eugenia Peña lo trajeron al mundo en 1872 en Las Aguas, paraje de Montecristi, en condiciones económicas muy reducidas, desde muy pequeño sus padres se trasladaron a Cañongo, donde creció y empezó muy tierno a trabajar muy duro en la finca de Adolfo Belliard, abuelo del general Bolívar Belliard Sarubbi, el relacionador público más recordado que ha tenido en toda su historia  la Policía Nacional.

Muy joven Desiderio se desposó con Pomona Navarro, hermana del general Andrés Navarro.

Gaspar porque nunca resistió ni su color negro ni su pobreza, añadido su analfabetismo, el único gobernante con esa condición que hemos tenido los dominicanos, frente al talante a lo Robert Redford, su condición de rico hacendado y la ascendencia hispana, que estructuraban la personalidad de José Antonio Salcedo.  En realidad había nacido en España, pero se entregó en lo absoluto a la causa restauradora.

En Trujillo, por las idénticas condiciones de los otros dos, añadido el desprestigio de que su progenitor fue un reconocido practicante del abigeo, dicharachero, jugador de gallos, preñador de muchachitas, sin un trabajo fijo que lo identificara nunca, diferente a Rafael Leonidas, que en este renglón sí tuvo siempre referencias cronológicas conocidas.

Desiderio minimizó la superioridad en armamentos que disponía la guardia de Trujillo, apertrechada por los norteamericanos, soslayó las ametralladoras Gatling calibre 30 y 50 que portaban José Morillo, José Estrella, Felipe Ciprían (Larguito), Ludovino Fernández y el avión bombardero que piloteaba Mélido Marte, conocedor de la zona por su origen en Cerro Gordo, próximo al lugar donde cayó Desiderio y los suyos ante un tableteo infernal de las Gatling.

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