Las turbas en las calles de París y de Puerto Príncipe

Las turbas en las calles de París y de Puerto Príncipe

Las capitales de dos países de un idioma similar, pero de distintas etnias han estado conturbadas con las protestas cívicas demandando cambios drásticos de sus gobiernos para evitar agobios serios a la estabilidad y la paz social.
París y Puerto Príncipe han estado asoladas y con una gran devastación por las acciones de las turbas desenfrenadas quemando vehículos, saqueando comercios y severos enfrentamientos con las policías respectivas. Han llenado de temores y angustias a las poblaciones indefensas provocando un caótico estado. Y el origen está en la actitud de los gobiernos de Macron y Moise por su afán fiscal en gravar severamente los combustibles, en el caso francés, y en el haitiano por la corrupción descarada en el uso de los fondos de Petrocaribe sin saber nadie su destino.
Para el siglo XVI ya Francia era una de las potencias europeas que compartían el dominio del mundo que iba surgiendo rápidamente después del descubrimiento de América. Los filibusteros franceses junto con los llamados bucaneros incursionaron en la parte occidental de la Hispaniola muy alejados de Santo Domingo en donde la exigua presencia española en la isla ya era mínima. Así surgió la ocupación permanente del occidente de la isla. Con el Tratado de Aranjuez de 1777 se garantizaron los límites para la ocupación permanente de la nueva colonia, la cual sería la más próspera de Francia. Para lograrlo trajeron miles de esclavos africanos y en el largo trayecto de cruzar el océano morían miles, pero los sobrevivientes le dieron riquezas a la colonia. Esto lo fue hasta 1791 cuando estalló la rebelión y los negros en una lucha de unos doce años exterminaron toda la población blanca de los colonos franceses y así nace en 1804 la primera república negra de América.

Los lazos entre la antigua colonia, ahora Haití, se mantuvieron con la madre patria después de superar los rencores de los sangrientos enfrentamientos que dieron lugar a esa nación. Los haitianos gobernantes, imitaron todas la formas de gobernar de los franceses con sus leyes, constituciones, sistema de administrar el gobierno, diversos códigos legales y en un momento dado hasta el sistema real de la monarquía.
Y ahora en el siglo XXI, desde hace 16 semanas, las calles de Paris se ven abrumadas por los chalecos amarillos protestando por el alza de los combustibles. Desde finales del año pasado las marchas llevan desorden a las calles de las ciudades francesas donde el saqueo no ha estado ausente de sus acciones. Y se esperan acciones multitudinarias en ocasión del aniversario de la revolución de mayo de 1968 que conmovió a París y al mundo por la violencia y significado de las protestas.
Y al poco tiempo de surgir los chalecos amarillos en las calles de París, las calles de Puerto Príncipe se tornaron intransitables cuando las turbas coparon las mismas con el incendio de gomas, saqueos de los comercios y destrucción de los vehículos con las exigencias que se buscaran los responsables del mal uso de los fondos de Petrocaribe. Pero las demandas han ido en aumentos y ya se exige una limpieza completa del gobierno de Moise procurando eliminar toda la burocracia culpable por ser Haití un estado fallido. Similar a lo que ocurre en Francia con el gobierno de Macron.
Y ahora el peligro para los dominicanos es mucho más inminente. Y es por la falta de interés dominicano en atender más allá de la frontera. Para los dominicanos y sus ambiciosos políticos es más importante la actividad en torno a las próximas elecciones del 2020. Es más importante buscársela para no quedarse fuera del pastel estatal que ha sido tan suculento para el PLD en los pasados 16 años y más por unas elecciones que se prevén complejas y discutidas.
El político dominicano reflexiona para ver la estrategia de como se mantiene a la vera de los potenciales ganadores de las elecciones. Lo de Haití no le interesa ya que ahora es asegurarse la continuidad de su bienestar sumergido en la cercanía de los recursos públicos. Esto se ha visto como muy saludable para toda una pléyade de hombres y mujeres que hasta hace poco tiempo eran pobres de solemnidad que ni siquiera cotizaban para el pago de impuestos internos. Haití es un estado fallido y colapsado a punto de perjudicarnos de mala manera por la escasa visión e incapacidad de nuestros dirigentes que desdichadamente no tienen una política y una línea de acción para lidiar con el caos del vecino Estado. Tan solo es hacerse de la vista gorda, pese a la abrumadora propaganda de lo vigilada que está la frontera pero no controlan el flujo humano que cada día la atraviesa.

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