Las últimas imposiciones de Balaguer

Las últimas imposiciones de Balaguer

Al igual que en el período de los 12 años, los últimos dos procesos electorales en los que Joaquín Balaguer retuvo el poder fueron viciados por abuso de los recursos del Estado, por manipulación del arbitraje y la organización de los comicios, masivas compras de votos y fraudes que, como el de 1994, fueron organizados en la misma Junta Central Electoral.

Ciertamente que ya para entonces era imposible el nivel de manipulación de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional que el gobernante practicó entre 1966 y 1978. La guerra fría había llegado a su fin y los Estados Unidos habían decidido apostar por la democracia más allá de sus fronteras.

Pero de cualquier forma, Balaguer apeló a todos los abusos del poder, llegando al grado de quebrar a la Lotería Nacional, que por siempre había sido una agencia recaudadora de dinero. Otro tanto ocurrió con Molinos Dominicanos y en general el conjunto de las industrias agrupadas en la Corporación Dominicana de Empresas Estatales.

El desbordamiento del gasto público fue tan escandaloso en el período 1986 90 que el peso se devaluó en un 500 por ciento, al pasar de 2.80 hasta 16 por dólar. Tras los ajustes de 1991, lograría una recuperación para estabilizarse alrededor de 12.50. Las reservas de divisas habían sido agotadas hasta el punto de que en los finales de 1990 no había con qué importar combustibles, ni arroz ni azúcar, y se produjo un gran desabastecimiento.

Balaguer pudo contener el deterioro hasta que se impuso en los comicios del 16 de mayo e inmediatamente después vino el desbordamiento que casi arrasa con el gobierno. En el último trimestre de aquel año se llegó a debatir por televisión si el régimen terminaba el año o se caía después de las fiestas navideñas.

Se salvó porque los años ya habían disminuido las capacidades del profesor Juan Bosch, víctima del fraude de 1990, quien proclamó en una entrevista en Uno más Uno de Teleantillas que prefería el caos antes que concertar con José Francisco Peña Gómez y el PRD para organizar la transición ante la eventual renuncia de Balaguer.

En esas circunstancias fue que el caudillo reformista aireó por primera vez su propuesta de reducir el período gubernamental a dos años. Pero Bosch y su partido persistieron en la consigna de «que se vaya ya» y el caudillo sobrevivió.

En las elecciones de 1990 los votos válidos descendieron en 177 mil 411 en relación a l986, algo insólito que se explica en el hecho de que la Junta Central Electoral ni motivó la inscripción de nuevos electores ni la participación electoral. La ancianidad de las principales opciones, Balaguer y Bosch, desincentivaron la votación juvenil.

En aquellos comicios la abstención ascendió a un escandaloso 40 por ciento. Balaguer obtuvo 196 mil votos menos que en 1986. Se quedó en el poder con apenas el 35 por ciento de la votación. Sus 678 mil 65 sufragios eran apenas el 20 por ciento del total del registro electoral y el 10 por ciento de la población nacional.

Los 24 mil 470 votos con que superó a Bosch y un poco más fueron fruto de la manipulación del proceso de transmisión y computación de los resultados en la noche del 16 de mayo del 1990, con una Junta Electoral débil, cuyo presidente Froilán Tavares llegó a la semana anterior a los comicios rogándole al mandatario para que le entregara los recursos para cubrir sus gastos.

El desbordamiento fue mayor para el proceso electoral de 1994, cuando el empuje del PRD y José Francisco Peña Gómez hizo evidente que se necesitarían muchos más votos para validar la continuidad de Balaguer en el poder.

En aquellos años el padrón electoral era un documento secreto. Pero en 1994 tuvieron que entregarlo a los partidos pocos días antes de las votaciones, lo que permitiría hacer patente el fraude cuando se demostró que decenas de miles de ciudadanos y ciudadanas fueron excluidos de los listados enviados a las mesas electorales.

Los abusos de esa campaña quedaron evidenciados, entre otras formas, en el festival de exoneraciones aduanales que Balaguer auspició a través de Anisia Rissi y que una auditoría llegó a estimar en por lo menos mil 44 millones de pesos.

Aquellas fueron las elecciones más sucias de la historia nacional. O por lo menos en las que más claras y evidentes quedaron las huellas de un fraude denunciado por todos los observadores nacionales e internacionales y que generó una grave crisis política. Para superarla Balaguer aceptó reducir «su período» a solo año y medio. Luego, otra trampería permitió llevarlo a 2 años.

Hay que desmitificar las reelecciones de Balaguer para que muchos entiendan que no fueron nunca elecciones reales, sino imposiciones, muchas de las cuales ya no es posible repetir. De haberse necesitado la mitad de los votos para ganar la presidencia, con todo y fraude le habría faltado un 8 por ciento a Balaguer en 1994 y un 15 por ciento en 1990. Y en ambos casos le hubiese sido imposible lograrlo en segunda vuelta.

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