Las venas abiertas de la clase media

Las venas abiertas de la clase media

La clase media está de moda. Las protestas globales que se producen desde Grecia a Brasil, desde Turquía hasta Chile, son hoy explicadas por pensadores tanto de derecha como Francis Fukuyama, como de izquierda como Slavoj Zizek a partir de la emergencia de una nueva clase media y su indignación. Que un pensador del estabishment, educado bajo los paradigmas de Max Weber y Samuel Huntington, como es el caso de Fukuyama, reconozca el rol crucial de las capas medias en las transformaciones sociales, no debe extrañar. Lo que sí sorprende es que la izquierda marxista, siempre tan desconfiada de la pequeña burguesía, no tenga reparos hoy en reconocer a la clase media como motor de la indignación global.

El salto dado por la izquierda a este respecto es casi dialéctico. No olvidemos que, en la presentación marxista de la clase media, esta es una clase siempre temerosa de un indetenible proceso de proletarización, al borde de un ataque de nervios pues sabe que, en la indetenible marcha del capitalismo, lo suyo es la crónica de una desaparición anunciada. Para el marxista tradicional, el pequeño burgués es un oportunista, trepador e intelectualoide, salvo que pase a apoyar la revolución.

Hasta ahora la izquierda ha ignorado y no ha sabido aprovechar el potencial moral de las clases medias y su capacidad de asumir causas universales, olvidando así que, por lo menos en lo que respecta a la República Dominicana, esta vilipendiada clase ha sido capaz de rechazar el autoritarismo de derecha y de izquierda, utilizar las elecciones como el instrumento idóneo para transitar a la democracia, fundar una nueva sociedad civil, asumir las nuevas causas y movimientos sociales (mujeres, niños, discapacitados y ecología), sustentar –desde 1994- un profundo proceso de reformas políticas y económicas, sostener una indomable y vigorosa opinión pública, verdadero contrapeso y freno del poder y asumir causas como el 4% para educación a pesar de que los estudiantes de clase media asisten a colegios privados.

Para Zizek, el nuevo gurú de la izquierda global, junto con el dúo dinámico de Negri y Hardt,  las protestas globales, en sentido general, no son más que eventos llevados a cabo “por la ‘burguesía asalariada’ empujada por el miedo a perder sus privilegios (el excedente sobre el salario mínimo)”. Opina el filósofo esloveno que “estas no son protestas proletarias, sino protestas contra la amenaza de ser reducidos a proletarios. ¿Quién se atreve a hacer huelga hoy, cuando el hecho de tener un trabajo permanente se ha vuelto un privilegio? No ciertamente los trabajadores con los salarios más bajos (lo que queda de ellos) de la industria textil u otras, sino los trabajadores privilegiados cuyos trabajos están garantizados (maestros/profesores, empleados del transporte público, policías). Esto también se aplica a la ola de protestas estudiantiles: su principal motivación es el miedo de que la educación superior deje de garantizarles un salario excedente más adelante”.

Como se puede observar, aun admitiendo que las revueltas globales son motorizadas por la clase media, el marxista que hay en Zizek no puede dejar de explicar en términos de interés económico la indignación de la pequeña burguesía. Pero… ¿cómo se explica entonces el caso de las protestas en Brasil, un país con relativo bajo desempleo juvenil y que ha dado un salto económico que llevó a la clase media a decenas de millones de personas? La única explicación es kantiana y no marxiana: mientras mejor se encuentra económicamente un pueblo, más descontento muestra respecto a las injusticias sociales, la corrupción y la ineficiencia de los servicios públicos. El más claro ejemplo de ello, como afirma James Surowiecki, es Estados Unidos: a principios del siglo XX, una clase media frustrada con la corrupción, la ineficiencia y el clientelismo, motorizó la reforma electoral, la promulgación de leyes contra el monopolio, el sufragio femenino y la elección directa de los senadores.

Algo semejante ocurre hoy en Brasil con las reformas auspiciadas por Dilma Rousseff para aplacar la indignación de sus conciudadanos.

¿Es posible una revuelta de la clase media en nuestro país? Parecería que no pues, como revela un estudio del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, la clase media ha disminuido y se ha empobrecido desde el año 2000 hasta la fecha: en 2010 el 44% de la población era clase media frente al 50% del año 2002, alcanzando en 2010 4.2 millones de personas, apenas 100 mil personas más que en 2000, pero con más población. Esto indicaría que  solo un gran crecimiento económico sostenido que incremente el número de contribuyentes –y por lo tanto el número de ciudadanos preocupados porque su dinero no vaya a manos de los políticos- creará el suficiente descontento con el actual estado de cosas. Mientras tanto, parecería que somos tan pobres que nosconformamos.

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