Las ventajas de la democracia

Las ventajas de la democracia

En la Rusia bolchevique, el partido (comunista, se entiende) lo era todo; decidía el destino de todo el mundo, cómo se debía vestir y lo que se debía comer (por eliminación, o sea, si no hay lechugas, no se come lechugas, en cambio como hay papas, eso se come..). Tal era su poder que, con razón, la gente le consideraba responsable de si llovía o hacia buen tiempo.

Cuando se realizó el XX Congreso del partido comunista, que era la principal actividad nacional en un país tan vasto como la URSS (22 millones de kms. cuadrados, es decir, más de 400 veces más grande que nuestro país), se produjo una tremenda conmoción al denunciarse los crímenes que en nombre del partido, había cometido Stalin. El encargado de hacer aquella denuncia fue Kruschev, nuevo jefe del partido (y del país) una vez muriera el dictador.

Fue la solución más sabia; echarle la culpa al muerto y así liberar las conciencias de los vivos. Por supuesto, el difunto era el responsable mayor de millones de asesinatos (incluidos numerosos comunistas, soviéticos y de cualquier parte), de haber prostituido el sueño de los primeros bolcheviques quienes, independientemente de la forma como llegaron al poder, creían honestamente que estaban sentando las bases para crear un mundo nuevo, lleno de «hombres nuevos» (en la época solo se hablaba de «hombre» en el sentido de ser humano).

Aunque al cabo de algunos años, los devaneos modernizantes de Kruschev cayeron en el olvido, como cayó el mismo luego de ser «destutanad», se había salvado el prestigio del partido. Los culpables eran algunos individuos, no la institución, cuyo carácter era por lo demás, prácticamente sagrado.

Todo aquel proceso implicó riesgos, a veces de muerte, como cuando Stalin «tenía la batuta», pero esa normal, toda vez que se trataba de un país donde había triunfado un movimiento revolucionario, aún el resultado final no tuviera mucho de eso y donde se había impuesto, por la fuerza, la voluntad innegociable de una supuesta clase obrera que nunca se enteró bien por qué servía de mampara a tantas exacciones.

En otras palabras, de todo lo negativo, había un responsable único; el partido. Pero claro, como no había democracia en el más elemental sentido de la palabra, todo esto tuvo que esperar demasiado tiempo para saberse. Tanto tiempo que finalmente ya no se supo claramente donde estaban las responsabilidades y de qué manera «pasarle factura» por las barbaridades cometidas durante decenios.

En nuestro país, existe un gran partido, con un tradicional respaldo popular. Sus luchas por la instauración primero y la profundización después de prácticas democráticas son innegables. El PRD ha participado así, en los combates más importantes librados por nuestro pueblo, de manera protagónica desde la muerte de Trujillo para acá. Ni hablar del enfrentamiento constante a los abusos del balaguerismo de los 12 años y a las mañoserías de ese mismo estamento hasta que se le desalojó del poder en el 1996. Ni siquiera el desatino de haber posteriormente bautizado a Balaguer como “padre de la democracia», debe hacer olvidar el notable aporte del PRD.

Como en la República Dominicana vivimos en democracia (más que la que pudo haber en la URSS), el pueblo tiene mayores posibilidades de exigir cuentas a sus gobernantes y/o partido en el poder. Y aunque el PRD esté hoy dividido entre «reeleccionistas» y «antireeleccionistas», sigue siendo el PRD.

Me explico, el actual gobierno, es de ese partido y su candidato ganador en el 2000, fue escogido, primero «espiritualmente» por su líder, el desaparecido (¡tan a destiempo!) Dr. Peña Gómez y ratificado, estruendosamente por su convención. De esa manera, el actual presidente, Hipólito Mejía, se convirtió de hecho, en el nuevo líder del PRD. No importa que hoy haya dirigentes como Hatuey de Camps que le enfrenten (por suerte para de Camps, vive en Dominicana y en democracia, de manera que es de esperarse no será un nuevo Trotsky»). Esas son fricciones interpartidarias, resultado de rompimiento de promesas, traición a la palabra empeñada, etc, que poco tienen que ver con los problemas reales de la gente.

Lo que sí es real, es que el PRD y sus principales vertientes están comprometidos con haber escogido a ese candidato y con el gobierno que ha llevado a cabo. La vida ha demostrado que su selección fue errónea, es decir, se equivocaron. ¿Por qué tendría el pueblo dominicano que pagar los errores cometidos por un grupo político en particular?

No, los errores debe pagarlos quien los comete. Únicamente en los casos de responsabilidad mitigada (menores de edad, locos, etc) puede esperarse que la sociedad en su conjunto asuma los costos que provocan los errores. Como no es el caso, es el PRD quien tiene que hacerse y ser hecho responsable, en toda su magnitud por el desastre de una gestión administrativa y las peligrosas derivaciones que se desprenden, al día de hoy, de las intenciones de ese partido, llámese PPH o como sea, por mantenerse en el poder más allá de lo establecido.

Hasta este momento, había sido patrimonio del balaguerismo, hacer uso de la incertidumbre y la amenaza a desconocer la voluntad popular por cualquier medio, como método de ejercicio «político». El PRD era la antítesis de ese tipo de comportamiento. Ahora, bajo la férula de su nuevo liderazgo, el viejo partido se convierte en heredero directo de una de las peores manifestaciones del balaguerismo.

El país no puede permitirse seguir bajo la dirección de un partido que, dominando prácticamente todos los estamentos del poder, exactamente como quería, ha dado tan altas pruebas de incompetencia, que muy caras le están saliendo a toda la sociedad. Que nadie se llame a engaño, a la “hora de la verdad”, aunque persistan excepciones como las de De Camps y Esquea, es al PRD a quien habrá que enfrentar el 16 de mayo y al que habrá que darle su liquidación el 16 de agosto. Esa es la ventaja de vivir en un país de prácticas democráticas.

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