Las versiones que trastruecan la verdad histórica

Las versiones que trastruecan la verdad histórica

Cubriendo la parquedad de actividades del partido oficial, fundado por el profesor Juan Bosch, en ocasión del golpe de Estado de 1963, los intelectuales dominicanos de aquellas generaciones y los reemplazantes le han dado rienda suelta a su imaginación para convertirse en actores, protagonistas o testigos de un hecho que en su momento careció de participantes civiles, quedando confinado al Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, coordinadores de la acción y del grupo de políticos adversarios del presidente Bosch, que impulsaron a los militares a cometer una acción, que todavía padecemos las consecuencias.

El apasionado y vehemente Roedor, en su columna del pasado sábado 5 en el Listín Diario me pide, como hijo de Fabio F. Herrera Cabral, que aclare en honor a la verdad si el profesor Bosch, después que ocurriera el golpe y lo habían retenido en el despacho presidencial por más de 16 horas, le pidiera a mi padre una pastilla de cianuro para terminar con su vida, a lo que papá se opuso, diciéndole que todavía faltaba un largo trecho en la vida del profesor para servir a su país. Luego de ese caso, mi padre diligenció, a través de don Luis Amiama Tió, el traslado de don Juan a la tercera planta del Palacio Nacional, donde, para la juramentación de él, se habían preparado las habitaciones para alojar a los presidentes que habían venido en febrero para su juramentación. Allí se condujeron a connotados miembros del gabinete, hasta que el día 27 se trasladó al profesor Bosch a la fragata Mella para llevarlo hasta la isla Martinica, en medio de una huelga de hambre que se había impuesto, pero la rompió cuando llegó al buque.

Estando en el tercer piso del Palacio Nacional, el profesor Bosch le pidió a papá una hoja de afeitar para dar fin a su vida, lo cual como es natural fue rechazado, pero entró en una huelga de hambre y hasta se negaba a tomar medicamentos para un padecimiento estomacal que lo afectaba. Estos dos hechos papá los narraba en la intimidad del hogar, pero hay que verlos como algo anecdótico de dos hombres intelectuales de prosa fácil que se tenían mucha confianza, producto de sus amistades nacidas en Baní, en la casa de mi abuelo, en donde el profesor Bosch era un asiduo visitante e interactuaba con los hermanos Herrera Cabral y allí existía una excelente biblioteca. Además, el recurso del profesor Bosch en demanda de objetos que afectaran su integridad física, fue posteriormente analizado en la década de 80 por mi padre y por mi, como un recurso de una mente brillante que buscaba motivos para darle rienda suelta a su imaginación quizás para plasmarla en uno de sus maravillosos cuentos, que lo convirtieron en un referente universal en la escritura de ese género literario.

Debo referirme a un hecho muy destacado de la corta gestión del profesor Bosch, fue cuando logró descongelar unos 22 millones de dólares que estaban retenidos por el gobierno norteamericano, producto de los precios preferenciales del azúcar, que desde los finales de la dictadura de Trujillo estaban incautados, y el profesor Bosch, por diligencias de sus amigos norteamericanos, logró recibirlos para emplearlos en su programa de Villas de la Libertad, para la construcción de urbanizaciones en los bateyes destinadas a transformar la vida de los braceros condenados al exterminio por las horribles condiciones en que eran mantenidos en esos guetos tropicales.

La grandeza de Juan Bosch hay que verla por su visión tan clara que poseía acerca del desarrollo, tanto que sus acciones e ideas que intentó aplicar encontraron la resistencia de un medio sin tradición de trabajo planificado y de tan solo tener la costumbre de recibir una sola directriz. Hay que ver de cómo muchos de los que se dicen sus herederos, han empañado de mala manera esos ideales, distorsionando y manchando de lo que debe ser el servicio a la Patria.

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