Las víctimas transitorias del TLC

Las víctimas transitorias del TLC

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
El excelente informe preparado por las Naciones Unidas para enfatizar la necesidad del desarrollo humano, que vaya acorde con el crecimiento económico que hemos alcanzado, utiliza felizmente una frase “de las víctimas transitorias de las fuerzas del mercado” para encasillar a los centenares de desempleados que provocará la vigencia del TLC con Estados Unidos, así como las quiebras colaterales que se derivan de las exigencias del acuerdo Stand By acordado con el FMI.

Esas “víctimas transitorias” se utilizan como algo para ir preparando a la opinión pública y no crear pánico a la hora en que nuestra obsoleta y anticompetitiva maquinaria productiva se vea obligada a cesar en sus operaciones, cuando comiencen a llegar productos más baratos y de mejor calidad. Entonces, las leyes protectoras que penalizaban las importaciones desaparecerán, de manera que el paraíso que por años fue el país de los empresarios se desmorone y sea necesario producir la transformación hacia sectores más productivos y con mayor calidad y precios.

Lo anterior el país lo ha venido realizando desde hace años al estructurarse el cambio de ser productor obsoleto y caro, a ofrecer servicios como los del turismo y las zonas francas; además, hay centenares de dominicanos que esperan mensualmente las remesas que llegan enviadas por los que se fueron a probar suerte en otras tierras y les ha ido bien.

El cambio a una economía de servicio no obedeció a una estrategia trazada por los planificadores de los gobiernos de turno, sino que fue algo espontáneo y con la fuerza de la improvisación y de la necesidad, por lo cual ahora, que nos llega el golpe del libre comercio, nos topamos que el sector empresarial es anticompetitivo, que apenas suple lo que demandan cientos de hoteles en operación y son ocupados anualmente por más de tres millones de turistas. Con esa cifra ese podrían amortiguar los efectos negativos de la apertura de los puertos en espera de que se hagan los reajustes, ya que muchas empresas no podrán continuar operando bajo la sombrilla de un Estado protector.

Nos esperan tiempos difíciles, ya que los políticos están más preocupados en la reorganización de sus parcelas partidistas y buscan quedar en buenas posiciones, mientras lo que están en puestos claves se descuidan en sus funciones con un protagonismo mediático que busca opacar lo que su compañero de gabinete pueda informar, y esa lucha solo provoca dudas.

Para contraponerse a esas luchas por el protagonismo mediático, trabaja y actúa el Banco Central, que con sus medidas aplicadas desde hace cerca de diez meses ha logrado un notable repunte económico, contando con el apoyo del presidente Fernández, que exhibe sus logros económicos como lo más importante de su gestión, a pesar de que la gente permanece reclamando sanciones para castigar a los corruptos y a la vez haya más dinero en manos de la gente. Y eso solo se conseguiría a través de un programa de construcciones. Así se podría reactivar las construcciones que están frenadas por las condicionalidades que el FMI le ha puesto a las autoridades para que los gastos se tornen indomables.

El gobierno tiene por delante muchos retos, ya no son los que se les devuelva a los hospitales su utilidad, o que la educación enfrente los desafíos del libre comercio para formar mejores cerebros, o que se combata eficazmente la pobreza, o los apagones se enfrenten con responsabilidad y sin miedo las relaciones con Haití, sino preparar un programa que convierta a las empresas nacionales en competitivas frente a las exigencias de otras empresas de ultramar con mejores herramientas para competir. Penalizando a los consumidores, que están consumiendo productos caros, es que el fisco engorda sus notables ingresos, que mermarán considerablemente si realmente se abre el mercado nacional a la competencia internacional de precios y calidad. Será necesario abolir muchas cargas fiscales, con lo que las “víctimas transitorias” aumentarán para buscar un nuevo encauzamiento de las labores productivas, de forma que no se afecte dramáticamente el nivel de pobreza de millones de dominicanos.

Nos esperan tiempos interesantes. Dependiendo de como las autoridades enfrenten el problema de la falta de competitividad del sector productor nacional, es que el país podría asimilar esa avalancha de productos, que de seguro los consumidores buscarán por ser de mejor calidad y más bajos precios. Entonces así se decidirán, probablemente, los políticos y estrategas del oficialismo del momento, dejarán de pensar en sí y se dedicarán con ahínco a apuntalar el futuro económico y social dominicano.

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