Las virtudes del amor

Las virtudes del amor

DIOGENES VALDEZ
A Catana Pérez de Cuello y
al maestro Rafael Solano, con
admiración y cariño.
Resulta una verdad de perogrullo que la canción «Por amor» cuya autoría pertenece a nuestro Rafael Solano, desde el primer instante se constituyó en un himno al más sublime de todos los sentimientos humanos, en todas sus variantes, y no resulta extraño que así sea, ya que sus primeros versos nuestro insigne compositor dice, que:
Por amor se han creado los hombres
en la faz de la tierra (…)

Esta hermosa metáfora no es sin embargo, plenamente compartida por muchos intelectuales, especialmente por aquellos de tendencia evolucionista, no obstante tal expresión, como metáfora al fin y al cabo, funciona muy bien.

Giovanni Papini, el siempre controversial escritor italiano, en un libro de juventud, desaparecido hoy de los estantes de las librerías por disposición expresa de su autor, titulado «Memorias de Dios», especulaba sobre las razones que pudo tener el «Supremo Hacedor» para crear al ser humano, llegando a la conclusión de que Dios habría dado tal paso acicateado por la soledad y el aburrimiento.

Esta tesis resulta interesante, y no es herética ni atea. A lo sumo podría calificarse de irreverente. Sin embargo, debemos tener en cuenta que se trata de una confrontación entre lo eterno e infinito (Dios), y lo temporal y finito (el ser humano), por tanto, es previsible que antes de la creación del hombre, Dios se estuviese «muriendo» de soledad y aburrimiento.

En un cuento que tituláramos «Después de las primeras palabras», sin alejarnos de las creencias tradicionales del pensamiento cristiano, fantaseábamos sobre las primeras muestras de amor entre los primitivos habitantes de nuestro planeta, llegando a la conclusión de que nuestros padres ancestrales, antes de cometer el pecado eran, cuando menos, unos desconocidos entre sí, carentes de todo sentimiento, por consiguiente no podían sentir miedo, odio, envidia, ni tristezas y alegrías, y mucho menos, amor. Sólo después y a través del pecado, con la ayuda de la serpiente, Adán y Eva comienzan a conocerse y amarse.

El amor, todos lo sabemos, es el sentimiento más importante entre los humanos y, desde el punto de vista literario, uno de los temas fundamentales. Los otros son: el odio, la vida y la muerte. Fuera de éstos no existen otros temas, sino variantes de los mismos. Si nos detuviésemos a analizarlos veríamos que se pueden resumir en dos: el amor la vida y sus antítesis (el odio y la muerte).

Una línea muy sutil une nuestro cuento con los versos de Solano (tal vez estamos forzando la imaginación), pues este amor que crean a los primeros homínidos, según el Génesis, cuenta con la eficaz ayuda de la serpiente (¡Da indi in qua mi fur le serpe amiche!, dice Alighieri en La Comedia), y es lo que permite que «sobre la faz de la tierra», la raza humana se establezca y progrese.

Sin embargo, la tesis contenida en los hermosos versos de este gran compositor dominicano, aún siendo originales, tienen también un trasfondo antiguo. Veamos:

Es el «divino» Dante, el primer autor que deja constancia de que «el amor» es un sentimiento tan poderoso, que no sólo es capaz de crear vida, como lo sugieren las letras de Solano, sino, de algo más difícil todavía. En el último verso de ese monumento literario que la sabiduría popular a través de los siglos ha calificado de «divina», el egregio poeta florentino dice:

(…) L´amor che move el sole

e le altre stelle.

(El amor que mueve el sol y las otras estrellas.)

No tengo dudas de que ese «amor» incomensurable hacia Beatriz Portinari fue lo que hizo posible «La Divina Comedia». Pero también es importante señalar que, cuando Dante Alighieri cierra su monumental poema, está abriendo el camino a otros autores para que hagan señalamientos parecidos. Recordemos que él terminaría el último de sus cánticos, alrededor del año 1316.

Lewis Carroll, en su más notable obra literaria (Alicia en el país de las Maravillas), es el primer escritor de habla inglesa que repara en el poder del amor, cuando a través de su personaje, la Duquesa Maledice, dice lo siguientes:

Oh el amor, el amor es lo que hace girar el mundo.

La primera edición de Alicia en el país de las Maravillas, data de 1865.

Dicha expresión, para el tiempo en que la obra de Carroll salió a la luz pública, debió ser muy popular en toda Europa, porque en ese mismo año Charles Dickens publica, Nuestro amigo común, y recoge casi la misma expresión.

Los conceptos sobre el poder del amor nada tienen de originales. Ciertas averiguaciones arrojan que por los alrededores del año 1700 (antes o después estuvo muy de moda en Francia una canción cuyas letras son las mismas que pronuncia la Duquesa Maledice, pues rezan de la manera siguiente:

C´est l´amour,

qui fait le monde á la ronde.

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