Las zonas francas como economía de enclave

Las zonas francas como economía de enclave

POR ARTURO MARTÍNEZ M.
El tiempo no pasa en vano; lo que no se renueva muere. Lamentablemente es la situación actual de las empresas de zonas francas en República Dominicana, que no obstante el tiempo transcurrido, se mantienen dentro del viejo esquema de economía de enclave, donde lo producido en su gran mayoría ha sido para beneficio de los inversionistas y muy poco para la sociedad. Tuvieron su etapa de empollamiento y de consolidación de las inversiones y de la producción, pero no la aprovecharon para avanzar, para aumentar el valor agregado y generar riqueza también en favor de la sociedad.

Se iniciaron como espacio económico restringido en todo el país amparado por la ley 299 y en 1983 habían creado 5 mil empleos y las exportaciones un 4% del PIB. Su gran despegue, y al mismo tiempo el período de consolidación de sus actividades, se produjo de 1883 a 2000, en el último años los empleos habían crecido a 190,000 y las ventas el 20% del PIB. En el 2003 eran 160 mil los que estaban trabajando y las exportaciones se redujeron a 16% del PIB, y para final del 2006 el empleo se estima estaría por debajo de 100 mil y las exportaciones menos del 10% del PIB. El deterioro es evidente.

A diferencia de las empresas de zonas francas del sudeste asiático, las de República Dominicana han tenido muy poco impacto en el empleo y en la producción tanto en el entorno donde han operado como en el resto de la economía nacional, en cambio sus actividades ha sido posible gracias a un enorme esfuerzo social, traducido en elevado costos directos e indirectos que nadie en el país se ha detenido a cuantificar para compararlo con los salarios y compensaciones pagadas a los trabajadores y el aporte de algunas divisas, que son los dos beneficios. Los costos directos están acordados en las leyes No. 299 de 1968 y la No. 8 de 1990, la primera otorga un tratamiento fiscal especial a las inversiones, en el caso de la segunda privilegia las inversiones públicas en infraestructura de apoyo, ambas leyes si se quiere han implicado ingresos sacrificados por la sociedad. Los costos indirectos podrían ser aún mayores, me refiero al valor agregado que no aportaron las inversiones fuera de zonas franca, que no se realizaron por la enorme brecha de incentivos que existió y aún existe entre las zonas francas y el resto de la economía, y que al final se tradujo en un gran diferencial de rentabilidad.

Las empresas de zonas francas del país, así como la de otros países, se iniciaron ejecutando simples labores, el ensamblando de materias primas, las corporaciones norteamericanas y de otras nacionalidades, enviaban la tela y las especificaciones, sólo debían cortar y confeccionar, y muy pocas tenían autorización para terminar el producto, labor que por lo general estaba reservada para que fuera hecha en el exterior. A pesar de que han transcurrido más de veinte años, las nuestras en su gran mayoría continúan más o menos en lo mismo, lo que constituye una gran diferencia con Centroamérica para no ir más lejos, en esos países la mayoría reciben especificaciones del producto que quiere el importador, toman decisiones de compra de la materia prima, corte, confección, lavado, terminado, empaque y fletamento. La diferencia es muy importante, mientras las nuestras deben comprar las materias primas posiblemente al precio y a la empresa que digan las corporaciones, las de Centroamérica en su mayoría pueden comprar localmente, no tienen la restricción. Dicho de otra forma, las de Centroamérica también se iniciaron como empresas de enclave, dejando relativamente poco en el país, así como las nuestras, pero avanzan, se abren a la economía interna, «boronean» beneficios comprando en los pequeños y medianos talleres, mientras eso sucede, las nuestras se ven estancadas. Qué pasa con nuestros empresarios de zonas francas, es que con las honrosas excepciones que existe se acomodaron, se limitaron? Es bueno recordarles que el sacrificio de la sociedad fue para que avanzaran, para que maximizaran el valor agregado de la economía, y como evidentemente se mantienen estancado, en un círculo vicioso, se puede decir que han incumplido. 

Es probable que Centroamérica haya tenido como espejo lo sucedido en el sudeste asiático, como República Dominicana también se iniciaron ensamblando materias primas importadas, sin embargo, y con asombrosa rapidez, hicieron los necesarios ajustes, los que aún no se inician con firmeza en el país y que con interés de empresarios y gobiernos se realizan en Centroamérica. El ajuste fue rápido y se podría decir que violento en el sudeste asiático, se dejó de importar materias primas, las adquirieron en el mercado local, beneficiando a suplidores internos, aumentando tanto la calidad de lo producido localmente como el valor agregado. Con rapidez se pasó de empresas con economía con características de enclaves, con beneficios restringidos sólo a unos cuantos inversionistas locales y extranjeros, como lamentablemente se ha mantenido en República Dominicana, y nuevamente con honrosas excepciones, pasaron a ser empresas de impacto en el mercado nacional, que han contribuído con su ensanchamiento no sólo con los salarios y compensaciones que pagan también con las compras que realizan a otras empresas del país.

El estancamiento, y hasta retroceso podría decirse en algunos casos, que se observa en el caso dominicano no ha sido por falta de oportunidades,  porque con éxito se cabildeó la paridad textil con México, y conjuntamente con los países de Centroamérica, República Dominicana fue privilegiada con el acceso acordado en el Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos y México. Hay que resaltarlo, fue el resultado de cabildeo de empresarios de Santiago de manera especial, localidad donde el capital nacional en empresas de zonas francas es el más fuerte. Son empresarios que desarrollaron importantes relaciones con miembros del Congreso Norteamericano, circunstancia que además les ha permitido ser co-responsable de lo bueno y de lo malo que en materia de política comercial han hecho los gobernantes dominicanos en las últimas décadas. Pero eso es otra cosa.

Ahora se habla que el DR-CAFTA es la salvación de las empresas nuestras de zonas francas, porque de lo contrario vuelan las inversiones hechas a Centroamérica y las programadas no se realizan. Con DR-CAFTA y sin él las empresas de zonas francas están en peligro, no es verdad que el Acuerdo garantiza la supervivencia, el acceso al mercado norteamericano ha estado  garantizado, de modo que nada nuevo aporta en ese sentido, desde el 2003 el arancel promedio que pagan las empresas en los Estados Unidos es casi cero, posiblemente el asunto de la regla de origen sea una diferencia, pero su estricta aplicación estaría por verse. Sin embargo, lo fundamental, mejoría en la competitividad, no se trata directa ni indirectamente en el Acuerdo, la verdad debe ser dicha, las empresas de zona franca dominicana han sido, son y seguirán amarradas a las corporaciones norteamericanas, de manera indirecta en las negociaciones los norteamericanos mantuvieron el esquema de economía de enclave para esas empresas.

Si la industria textilera de los Estados Unidos finalmente sale victoriosa frente a la dura competencia que le tiene guardada la industria de China y de  India, se podría decir que las empresas de República Dominicana no tendrán problemas para seguir ensamblando, porque las materias primas norteamericanas seguirán garantizadas y también las órdenes de compra, el esquema de abastecimiento de un lado y de otro se mantendría. Sin embargo, hay que recordar que está en implementación gradual la última etapa de desmonte del Acuerdo de Textiles y Vestidos de la OMC, donde se ubican casi todas las exportaciones dominicanas, es decir, estamos en el tramo sensible. Si China y la India noquean la industria norteamericana, lo que tiene elevada probabilidad debido al elevado costo unitario de la industria norteamericana, de refilón también se llevan las empresas de República Domincana. Si sucede lo primero, que es el mejor de los escenarios para la industria dominicana, internamente continuaría el mecanismo de enclave económico, con beneficios altamente concentrados en los inversionistas y poco, muy poco, para la sociedad. Entonces, no es verdad que las empresas nuestras de zonas franca no dependen del DR-CAFTA, dependen de lo que suceda en la industria textilera de los Estados Unidos, se quedan en operación si las norteamericanas triunfan sobre las de China y la India. Las inversiones de locales podrían perderse (y no así las inversiones extranjeras porque se podrían consolidar en los Estados Unidos) si las empresas norteamericanas pierden el pleito. En éste ultimo caso, la sociedad dominicana perdería menos de 100 mil empleos, el balance en ese mercado de empleos, razón  suficiente para que el gobierno y los partidos politicos de la oposición privilegien el estudio de las alternativas que tendrá el posible ejército de desempleados, la responsabilidad es de todos. Lo que quiero decir es que el tema está muy por encima del asunto ese de la modificación de la Constitución de la República.

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