Las creaciones del maestro Manuel Hernández
en la Embajada de Colombia   

Las creaciones del maestro Manuel Hernández<BR>en la Embajada de Colombia   

Manuel Hernández es, con Botero, Grau, Negret, Obregón, Ramírez Villamizar, uno de los seis grandes maestros del arte colombiano. Con un verdadero lenguaje, su personalidad no tiene comparación. Una suerte ver algo de su obra en Santo Domingo

POR MARIANNE DE TOLENTINO

Manuel Hernández es de los artistas que no se olvidan y cuya obra un crítico siempre tiene presente. En los años 80, nos tocó la suerte de admirar  en Bogotá sus dibujos y pinturas, y de conocerlo, apreciando a una personalidad generosa, comunicativa y convincente. Desde entonces, ha sido para nosotros, una presencia viva e imprescindible en la plástica colombiana y latinoamericana.

Solamente unos meses atrás, volvimos a conversar brevemente con él -estaba de vacaciones en nuestro país-, y ahora, gracias a su hijo y a la Embajada de Colombia, «un poco» de su creación se ha expuesto aquí, en los salones de la misión diplomática.

Curiosamente, hay un sentido de la exposición, y no, según suele suceder, cuadros entre muebles.

Cuando afirman y reafirman el carácter único de la obra de Manuel Hernández, no se trata de una tautología, o   de esos «clichés» que facilitan ubicar a un artista.

Su pintura y su  dibujo -indisociables- son propios hasta lo absoluto, inconfundibles, asimilables a ningún otro. No creemos factible el plagio o una imitación.

Su discurso -insistimos en el lenguaje- genera una lectura participativa. Eduardo Serrano -otro gran colombiano en el arte, pero en el sector de la crítica- confiere a la obra «una experiencia estética como propósito fundamental» y, con sobrada razón, la define un «alfabeto personal».

Manuel Hernández ha gestado un universo de signos, y probablemente sea el pintor cuya formulación se funde más con la palabra. Todos los análisis se refieren a sus «signos», y es su definición intrínseca, la que figura en los títulos mismos, la que el artista comenta, la que él desarrolló y enriqueció al través de cuatro décadas..

Si bien es cierto  que Manuel Hernández ha comenzado por la figuración o, si preferimos, una expresión vinculada a lo familiar y observable, pronto se ha distanciado de la  pintura-realidad, abordando el constructivismo y la geometría.

Al final de los 60, el compromiso con el signo ya estaba sellado. En lo adelante, en cada obra, él lo iría reinventando con pasión e infinitamente, tal vez más como un novelista o  -mucho mejor- un poeta va entregando su expresión, que como un creador visual. ¿No son metáforas los signos?.

¿Geometría?, ¿Abstracción?

En nuestro criterio, no existe mejor aproximación a lo no-figurativo latinoamericano, que la propuesta de origen brasileño, «geometría sensible». Si insistimos en acercar la escritura de Manuel Hernández a la geometría -él mismo lo acepta-, será de un modo emotivo, espiritual, liberado de líneas y ángulos implacables, donde la fantasía juega a su guisa, y el control se ajusta a proporciones y espacios -dos elementos esenciales aquí-.

La muestra de la embajada colombiana, fundamentalmente sobre papel y en parte piezas de una colección, dispone de suficientes obras, producidas en dos décadas, para mostrar una escala creativa y una continuidad, sin ruptura pero ajena a la repetición y el estereotipo.

Casi idénticos, muchos signos requieren una contemplación detenida, el ojo y la mente perciben entonces las diferencias. Aquellas estructuras, tan simples, casi ascéticas, encierran sutilezas, matices, ritmos, que asociarían con los acentos y la puntuación: la singularidad proviene de que las variaciones gráfico-pictóricas, en este léxico, son infinitas…

Manuel Hernández es un artista contemporáneo que, en sus comienzos, se adelantó a la época, en primer lugar suprimiendo la escisión entre pintura y dibujo, entre los materiales las técnicas, entre la forma y el cromatismo, entre el trazo y el espacio, entre la atmósfera y la superficie. En el mundo que ha creado y él autolimita, cohabita la libertad, y diríamos que las energías «deciden» de la fuerza o la liviandad trémula del color, de la importancia relativa del exterior y el exterior, de la impronta del gesto y del equilibrio. Pues todos los signos se caracterizan por un equilibrio tranquilizante, en la simetría o el contrapunto, en la estructura única o seriada, del pequeño formato al mural.

No cabe duda de que la abstracción, hace décadas, dejó de suscitar discusiones. Sin embargo, y por esta misma razón, pensamos que no se debe enclaustrar al Manuel Hernández en una iconografía abstracta. Personalmente, nos sentimos libres de interpretar sus signos, sino como figuración puntual, como sugerencia de entidades existentes, susceptibles de cambiar al compás de las miradas. En esta pequeña muestra, frecuentemente asociamos ciertos signos con mandatarios y la banda presidencial… de discursos abstractos (¡!), o con emociones, o movimientos, o posiciones, por tanto referencias al medio circundante. Si prolongamos y profundizamos la reflexión, otras asociaciones surgirán, acordes con las sensibilidades respectivas. Ello no implica el surrealismo, sino dimensiones plurales de lo real y de la imaginación.    .

A pesar de la inmensa satisfacción que nos ha procurado este reencuentro con Manuel Hernández, esperamos más de su obra vuelva a Santo Domingo, acompañada por su autor, en el marco del Museo de Arte Moderno. Sería un honor y un deleite. Lo que parecía un sueño hoy puede convertirse en un proyecto.

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