Latinoamérica: patio trasero de nadie

Latinoamérica: patio trasero de nadie

The Economist plantea que la década que hemos iniciado podría ser aquella en la que América Latina transite firmemente hacia el desarrollo y algunas de sus sociedades se acerquen a él.

Lo obtenido desde 2002 hasta ahora, no obstante la crisis financiera, permite avistar un horizonte alentador. Pero no solo de economía vive el hombre…; también de política y desarrollo social.

El progreso común de la Patria Grande solo será posible si se cumplen ciertos requisitos. Hay una agenda de pendientes que debe ser satisfecha si es que se quiere que la segunda década del siglo XXI sea la de América Latina; pero, mejor aún, aquella en la que sus hombres y mujeres, niños y adolescentes, jóvenes y adultos mayores mejoren su calidad de vida.

Si se quiere que América Latina no sea el patio trasero de nadie; entonces, ningún ciudadano latinoamericano puede estar en el patio trasero de su respectivo país. Es decir: no habrá progreso común si es que todos los latinoamericanos no participamos en su construcción y de sus beneficios. Progreso implica inclusión.

Lo mejor de lo conseguido por América Latina hasta ahora se ha logrado en democracia. Elecciones libres y periódicas no son suficientes. Se hace indispensable consolidar democracias que sean auténticas poliarquías donde la agenda del gobierno es puesta por los ciudadanos y en la que los gobernantes deben rendir cuenta, a la luz de ella.

Todos los candidatos, ganadores y perdedores, de las últimas 15 elecciones generales en Latinoamérica prometieron generar empleos. Lo laboral ha estado en el corazón de las promesas electorales, sin embargo no ha aparecido, salvo pocas excepciones como el caso de Brasil, en el corazón de las políticas públicas de los gobernantes elegidos. En lo que va del año la economía brasileña ha generado casi dos millones de puestos de trabajos formales, con seguridad social y protección; mientras que economías del mundo desarrollado están llegando a tasas históricas de desempleo. Brasil ya logró la meta de 2015 en términos de reducción de la  pobreza que plantean los Objetivos del Milenio. El trabajo parece seguir siendo la mejor política social.

Entre 2002 y 2008, la Patria Grande logró que 60 millones de latinoamericanos dejaran la pobreza y por primera vez en 30 años los índices de desigualdad comenzaron a movilizarse en un sentido positivo.

El trabajo es la actividad por excelencia que consiente la inserción de los individuos en la construcción del progreso común y sanas políticas socio laborales permiten que los trabajadores participen de los beneficios que generan empresas productivas en economías sanas.

Además el trabajo es un catalizador de políticas económicas y sociales y por ello ideal para unas democracias, como las nuestras, que tienen entre sus pendientes la extensión de la protección social. Más aún la educación para el trabajo productivo, entre nosotros, es una deuda.

Si queremos que nadie se quede en el patio de atrás de nuestras repúblicas es indispensable poner los empleos productivos y el trabajo decente como prioridad en la estrategia para que construyamos, vivamos y nos beneficiemos de la década de América Latina.

Uno de los más serios obstáculos identificados por el informe de The Economist es la economía informal.

Promover la inserción en la formalidad de emprendimientos y trabajadores permitirá aumentar la productividad de la economía y también que más compatriotas, al trabajar, tengan acceso a la seguridad social.

La riqueza natural del istmo Centroamérica y de la isla Española facilita la creación, si se avanza en innovación agrícola, de empleos verdes que pueden permitir a sus países avanzar en el progreso sustentable.

El momento exige de gobernantes visionarios y ciudadanías responsables y de alianzas público privadas que permitan que nadie se quede en el patio de atrás del progreso.

 El autor es Director de la OIT para América Central, Haití, Panamá y República Dominicana.

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