Latinos del Oriente

Latinos del Oriente

CHARO QUESADA
Cuando un mexicano o un panameño dice que se va de compras al chino de la esquina no se está refiriendo al caso particular de un chino que instaló por casualidad un negocio en la esquina de su calle. El negocio del chino de la esquina es una institución de larga vida en sus países, con una muy conveniente selección de productos de primera necesidad, precios bajos y amplios horarios de apertura.

Brasil y Paraguay se cuentan entre los principales productores de soja del mundo gracias a la labor de agricultores japoneses inmigrantes que introdujeron la producción de variadas especies de vegetales y frutas en éstos y otros países de la región. Detrás de la construcción del canal y ferrocarril de Panamá, o de las plantaciones de guano, algodón y azúcar en Cuba o Perú, está el trabajo sacrificado de miles de “coolies” chinos reclutados en régimen de semiesclavitud en el siglo XIX.

Restaurantes, tintorerías, negocios de automóviles o electrodomésticos, cooperativas agrícolas, empresas textiles, de importación y exportación, o grandes almacenes regentados por latinoamericanos de origen asiático, así como artistas y hasta presidentes, son el testimonio actual de la vigorosa aportación social y económica por parte de chinos, japoneses y coreanos. Esta contribución de la inmigración asiática a la región es tema central del estudio Cuando Oriente llegó a América, iniciativa conjunta del programa Japón y el BID, en el que historiadores, antropólogos y sociólogos examinan distintas perspectivas nacionales y regionales de este proceso.

Como parte de las grandes migraciones del siglo XIX hacia el continente americano, inmigrantes chinos llegaron al Caribe y a América Latina por razones económicas y políticas. Cuba y Perú, por ejemplo, necesitaban mano de obra para sus plantaciones. Panamá para grandes trabajos de infraestructura. En principio, muchos de los inmigrantes eran varones, un hecho que facilitó el mestizaje y la integración al diluir los rasgos físicos y culturales. Los japoneses llegaron en mayor número después de la Segunda Guerra Mundial. Los coreanos en las últimas décadas del siglo pasado.

A diferencia de la migración europea, la de origen asiático no concordaba con el ideal racial de la región, por lo que los asiáticos experimentaron rechazo y discriminación en la mayor parte de los países en los que se asentaron. En 1931, el estado de Sonora, en México, prohibió el matrimonio de los chinos con mexicanas y el acoso del gobierno llegó al extremo de provocar la huida de esta comunidad, que perdió sus negocios y propiedades.

Con su particular instinto comercial por satisfacer la demanda popular, los chinos libres establecieron pequeños negocios de abastecimiento, incluso para los distintos bandos de la revolución mexicana. De los pequeños comercios crecieron redes de lavanderías, panaderías y restaurantes. Más adelante florecerían los grandes proyectos de importación y exportación.

En las primeras décadas del siglo XX, los inmigrantes japoneses establecieron negocios de peluquería, bodegas, restaurantes, tiendas para el hogar y, hacia los años treinta, surgieron los grandes almacenes de ropa y las fábricas. Sólo en Lima se contaban a miles. En São Paulo, con la colonia japonesa más numerosa de América del Sur, los primeros negocios fueron salones de belleza, ropa hecha por mujeres, farmacias y tintorerías.

Pero, aparte de conferir un carácter cosmopolita a São Paulo, Panamá y Lima, las aportaciones de los asiáticos han ido mucho más lejos. Agricultores japoneses introdujeron cosechas de productos nuevos tales como soja, guisante azuki y distintas variedades de arroz, entre otros. Su dominio de la tecnología agrícola les llevó a experimentar con nuevas especies y aumentar la producción a nivel exportable. La floricultura, por ejemplo, es uno de sus éxitos comerciales en Chile.

Los principios del confucionismo han alentado a los inmigrantes chinos a poner énfasis en la educación de sus hijos, además de animar a los miembros de su comunidad a ser trabajadores ahorrativos y cumplidores. En general, el énfasis de los asiáticos en educación y disciplina ha producido varias generaciones de profesionales que se han incorporado al mundo empresarial y a la política.

Ese dinamismo empresarial, que ha enriquecido a la región en las últimas décadas, ha creado también conciencia social entre las comunidades de inmigrantes asiáticos. Numerosas organizaciones coreanas, chinas y japonesas atienden a las poblaciones más pobres, especialmente por medio de servicios de salud y educación. Los inmigrantes que, golpeados por el desempleo, regresaron a Japón para trabajar como obreros, envían remesas que representan una inyección de divisas para los países y el sostén económico de sus familiares. (BIDamérica)

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