Laudatio Académica: ciencia y saber

Laudatio Académica: ciencia y saber

Es preciso – sigue siendo urgente – escapar de ese mundo perverso que nos aprisiona y enajena. Del “Monstruo Dulce” (Simone),   y detenernos a pensar. Respirar profundo y aspirar todo el perfume que nos ofrece el otro camino: el camino del saber, de la fe y la razón, unidos. Trillar  la vida, cargados de  bondad, de humildad,  de dignidad,   apoyados en el esfuerzo propio,  la solidaridad y la  redención de la raza humana.  “Huir del mundanal ruido y seguir la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido”.

La noche del jueves 31 de marzo, como queriendo despedir el mes que inicia la primavera y quedarse perennemente en ella, tuvo lugar en la Academia de Ciencias de la República Dominicana un evento singular, memorable. Uno de  esos que dada su sobriedad y espiritualidad,  apenas  resaltan los medios y, frecuentemente, ignoran los demás: El Laudatio Académica, la entrega del galardón superior con el cual la Academia de Ciencias honra sus académicos más sobresalientes, ejemplo de vida ciudadana y de servicio, dedicado a la enseñanza,  la investigación y la búsqueda de la verdad. Esa noche, de gratísima recordación, fueron  exaltados a la exclusiva Galería de los Laudatios,  dos egregias figuras de nuestra sociedad: el Dr. Manuel Bergés Chupani y el Dr. Tirso Mejía Ricart.

El primero, prominente jurista, un hombre justo y sabio, humilde, poseedor de un alma pura cincelada por la reciedumbre de su carácter  que le abrió camino y le  hizo dueño de una brillante carrera magisterial y judicial, alcanzando las más altas cimas, sin que su limpio plumaje fuera nunca rozado por el fango. A  sus 92 años, conserva el vigor de la eterna juventud, la energía precisa de quien, sin necesidad de discurso, y fue el suyo emblemático, puede mostrar su hoja de vida como el orgulloso alfarero muestra su joya irremplazable.     

El segundo, Tirso Mejía Ricart, de padres ilustres, incansable forjador de sueños y quimeras,  luchador comprometido con  la libertad y  la instauración de una verdadera democracia que dé respuesta a las nobles aspiraciones del pueblo dominicano, cuyos valiosos aportes se resumen en su dilatada vida académica, su infatigable quehacer político,  su voluminoso y versátil conjunto de publicaciones, siendo ejemplo a seguir para romper  la rumiante indiferencia y el nocivo escepticismo de quienes creen que todo está perdido y no hay nada por hacer.  

La entrega de estos dos galardones fue acompañada, precisamente, de la investidura de una nueva camada de  profesionales, de impresionante currícula, que  identifica su saber y su sentir con las mejores causas de la Academia y de la nación, tal fue evidenciado en  brillante discurso que en nombre de todos ellos pronunciara el Dr. Víctor Castellanos,  de  esos que impulsan la fe en el provenir, y fortalecen el espíritu de hermandad de los hombres libres. Amenizado el evento por el conjunto de maestros que dirige Víctor Taveras y la afinada voz de Jorge Emilio Joa,  fue aquel uno de esos eventos que nos enseña lo  fácil que es el camino de la felicidad, cuando se trilla sin ambiciones desmedidas, con honradez, humildad y patriotismo.

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