NEW YORK. “¿Alguien tiene un cerillo?” fue el primer diálogo de Lauren Bacall, en “Tener y no tener” de Howard Hawks, y desde entonces los cinéfilos cautivos han estado buscado desesperadamente un fósforo para esta dama. Bacall, quien murió el martes en Nueva York a los 89 años, parecía vivir en blanco y negro.
Su sensualidad elegante emergió como una aparición de entre las sombras del cine noir de los años 40, con unos ojos de leopardo que brillaban en la oscuridad y una voz profunda que emanaba una sabiduría que iba más allá de sus años.
Y qué manera de empezar. Bacall llegó como una diosa completamente formada de la gran pantalla en “Tener y no tener”, de 1944. Apenas tenía 19 años, menos de la mita de la edad de Bogart, y Hawks la había encontrado como modelo (su esposa Slim Hawks, la vio en una revista).
Bacall ya estaba a la altura de Bogart: no solo era su chica, sino una presencia tan dominante como la de él. La película promovió a Bacall como “el ÚNICO tipo de mujer para ese tipo de hombre”.
“Es una tipa espléndida”, dijo Bogart alguna vez. “Se enamorarán de ella como todos los demás”. Él se enamoró. Todos se enamoraron. Cuando Bacall, como Slim en “Tener y no tener”, dejó al personaje de Bogart por una noche, quedó grabada en la historia del cine. “No tienes que decir ni hacer nada.
Nada en absoluto”, dijo casi ronroneando. “Oh, quizá sólo silbar. ¿Sabes silbar, no es así, Steve? Sólo juntas los labios y soplas”. Bogart, embobado, pareció enamorarse de Bacall en la película. Su romance, quizá el más fabulado en Hollywood, duró más de 12 años, hasta la muerte de él.
Bacall puso un silbato de oro en la urna del actor con la inscripción: “Si necesitas algo, solo silba”. Luego de su debut, uno de los más fascinantes y con más aplomo en la pantalla, Bacall continuó con una serie de películas memorables.
Pocos actores han emergido de un modo tan resonante: la historia laberíntica coescrita por William Faulkner “The Big Sleep” («El gran sueño”), la película que cambia de perspectiva “Dark Passage” («La senda tenebrosa”), y la tormentosa cinta de cine negro “Key Largo” («Huracán de pasiones”), de John Huston. Bacall actuó en todas con Bogart, creando una rara sociedad profesional y personal. Su romance se extendía a la pantalla.
En “The Big Sleep” (dirigida nuevamente por Hawks), tuvieron nuevamente tenían diálogos candentes.
En una famosa escena, coquetearon con dobles sentidos de carreras de caballos. Bogart: “Tienes algo de clase, pero no sé qué tan lejos puedes llegar”. Bacall: “Depende mucho de quién lleva las riendas”.
Su matrimonio, según especuló después Bacall, no fue bueno para su carrera. Aunque recordó que el tiempo con Bogart fue el más feliz de su vida, no hizo más de una película al año y se distanció del modo de trabajar de Hawks, quien moldeaba a sus estrellas.
A Bacall, por ejemplo, le decía que debía mantener la voz grave y baja. Tras la muerte de Bogart en 1957, Bacall hizo algunas películas notables como “Designing Woman” («Mi desconfiada esposa”) de 1957 y “Muerte en el Expreso de Oriente” de 1974.
Fue una de las últimas grandes estrellas de la era dorada de Hollywood, y en los últimos años tuvo algunos papeles inesperados, como un violento cameo en la serie “Los Soprano”. También obtuvo un Premio Nacional del Libro por su autobiografía “By Myself”, dos premios Tony y una nominación al Oscar, a los 71 años.
En el 2009 recibió el Oscar honorario. Pero fueron las películas en blanco y negro donde Bacall, apodada “La mirada”, brilló más. De muchas maneras era nuestro último lazo con una era extinta de Hollywood en la que las películas eran iluminadas para crear sombras suntuosas y los diálogos eran centellantes. De cualquier modo Bacall, un cerillo que brilló más recién encendido, tuvo pocos pares.