Hace unos diez años estuve en un encuentro navideño con algunos colegas en una torre ubicada en el llamado polígono central de Santo Domingo y en un balcón del piso que ocupábamos conversamos sobre lo impresionante que se veían las nuevas torres y edificios en ese entonces, y concluimos que, como en nuestro país no había tantos multimillonarios como para solventar todas esas construcciones, lo probable era que el dinero del narcotráfico nacional y extranjero cubriera esas obras, finalizando con un análisis justificando el uso de los dominicanos de ese dinero lavado dentro de nuestra tierra y no dejándolo en “paraísos fiscales” o en otros países.
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Queda claro que no estábamos santificando el narcotráfico, porque existe otra gran realidad que se resume en tres puntos: 1ro. Los cientos de miles de ciudadanos del mundo que caen en trágicos trastornos físicos y mentales; 2do. Las muertes por guerras entre pandillas de narcotraficantes y 3ro. La complicidad de políticos, fuerzas militares y policiales con el uso de dinero lavado para beneficio de sus asociados y no para bienestar del pueblo.