Alberto Castillo se emocionó bastante al contar sus inicios y lo que tenía hacer para que no faltara nada en su casa.
Lavar carros para ayudar en la manutención de su familia fue una de las actividades en que debió incursionar Alberto Castillo antes de convertirse en uno de los mejores receptores en la historia del béisbol profesional dominicano.
Nacido en Las Matas de Farfán, provincia San Juan, Castillo procede de una familia de escasos recursos económicos, con un padre agricultor (fallecido) y su madre dedicada a la venta de yaniqueques, dulces y helados para poder «mantener» a sus ocho hijos (5 varones y tres hembras). Alberto era el más pequeño de sus hermanos.
«Tuve que empezar a lavar carros siendo apenas un niño para aportar un peso diario a mi madre para ayudarla con el moro (alimentación) de la casa», confiesa Castillo durante su participación en el «Diálogo con los Deportistas » de la sección deportiva del periódico Hoy, que dirige Franklin Mirabal.
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Agregó que para la época que refiere también jugaba San de 25 centavos diario para el ahorro.
Castillo, uno los jugadores emblemáticos de las Águilas Cibaeñas, refirió que fueron muchos los obstáculos que debió superar para establecerse como un estelar de la posición de receptor, no solo en la pelota dominicana, sino también en Grandes Ligas, donde participó desde el 1995 hasta el 2007, con varias organizaciones.
Citó los estudios como uno de los obstáculos que debió superar. «Estudiar no era un obstáculo, pero si no lo hacía podría convertirse en un gran problema para el futuro «, aclaró.
Explicó que otro momento difícil en su vida fue cuando debió tomar la decisión de salir de Las Matas de Farfán hacia la capital para jugar béisbol.
«Y es que mi familia era muy pobre, de muchas limitaciones económicas y era parte del sostén de mis padres y mis hermanos», agregó.
De todas formas, Alberto se siente orgulloso de todo su esfuerzo.