POR JOSÉ LUÍS ALEMÁN SJ
Estoy leyendo el tan publicitado libro La Era de la Turbulencia del icono de óptimos presidentes del Banco Central de Estados Unidos, Alan Greenspan. El libro está muy bien concebido a gustos del american way of life (énfasis en la calidad excepcional de Greenspan en cuanto acometió: jugador de baseball infantil, música y habilidad numérica, salpicado de episodios sentimentales de su vida y encuentros con personajes conocidos internacionalmente) pero es francamente instructivo e interesantes.
Presentaré, primero, un resumen del curioso tipo de formación académica y profesional de nuestro héroe para aterrizar después en su visión del populismo latinoamericano, frase con la cual designan muchos economistas sajones o semisajones (Landes, Yergin y Stanislaw, Oppenheimer ) nuestro estilo latino de hacer y deshacer economía.
1. Formación académica de Greenspan
Para consuelo de los aspirantes a Gobernador del Banco Central de la República Dominicana comencemos distinguiendo tres etapas del proceso seguido por Greenspan: primera de pasión por el estudio estadístico de sectores muy concretos de la economía acero y aluminio, por ejemplo, en sus años mozos; segunda: descubrimiento de la esencia del capitalismo -la destrucción creativa de Schumpeter como motor del capitalismo y de la desregulación, su inseparable compañera; y tercera su inmersión en las dimensiones éticas y sociales de la política económica.
a) La etapa estadístico-matemática.
En realidad la formación académica y los primeros amores profesionales del futuro gobernador del Federal Reserve Bank no fueron económicos. Desde joven fascinaba a Alan buscar y organizar todos los datos estadísticos de empresas y sectores americanos para usarlos en sus primeros pasos profesionales: asesor de empresas.
Califica la famosa Teoría General de Keynes de libro extraordinario que leyó dos veces pero curiosamente le fascinaban más sus análisis estadísticos de la estructura económica (supongo que los relativos a los ciclos) que sus ideas de política económica. La política económica no me interesaba.
Sin duda esta fiebre por las series estadísticas de empresas y, más tarde, por las cuentas nacionales como marco ordenador del funcionamiento de la economía dan fe de su amor a los hechos y de su tibieza teórica. Los datos reales y su organización eran para él lo único científico. Aparentemente su dominio de los hechos y tendencias reales le confirieron ventajas comparativas apreciables como asesor de empresas sobre todo a la hora de hacer proyecciones. La realidad tiende a vencer a la teoría.
Sin contar con un doctorado no era gracias a sus artículos sobre ciclos y tendencias una personaje desconocido.
b) La formación del economista.
En realidad Greenspan se sintió economista capaz de comprender la macro al leer a Schumpeter. Como se sabe el genial austriaco identificó el dinamismo esencial del capitalismo como destrucción creativa.
El empresario se caracteriza no por su preparación académica sino por la audacia con que consigue en lucha contra todos imponer con éxito nuevas combinaciones de factores de producción dejando detrás la simple economía tradicional. Los nuevos modos de producción le permiten una ventaja grande sobre los productores tradicionales. Lo nuevo crea productos o procesos antes no existentes (creación) pero lleva a los tradicionales a su ruina (destrucción) o a competir buscando mejores productos. Esta competencia generalizada en busca de mejores productos dinamiza la economía.
Obviamente las regulaciones que intentan una competencia excesiva salvando empleos y empresas menos eficientes frenan ese dinamismo. Lo importante es un capitalismo de laissez faire, de dejar hacer. El corolario es evidente: en cuanto menos intervención estatal, a lo menos como lema aunque no como realidad, mejor.
Aunque con matices ésta es la visión económica dominante en Greenspan.
c) Greenspan se convierte en político económico
La palabra conversión es correcta. Greenspan sólo reconocía como científico lo que podía experimentarse factualmente y elaborarse numéricamente: el positivismo lógico del vienés Ludwig Wittgenstein. Citaré ahora literalmente: No hay moral absoluta: los valores, la ética y las formas de actuar de la gente son reflejos de la cultura y no están sometidos a la lógica: varían tan arbitrariamente que están fuera del dominio de la lógica. Curiosa confesión en un judío plenamente conciente del holocausto monumento a la inmoralidad..
Ayn Rand de la corporación Rand fue la intelectual, aristotélica y defensora de la filosofía objetivista, que sacó a Greenspan de una actitud que él mismo caracteriza como empírica, basada en números y no en valores. Era un técnico de talento, pero nada más. Mi positivismo lógico despreciaba el valor de la historia y de la literatura. Si me hubiesen preguntado si valía la pena leer a Chauser, hubiera respondido no fastidie.
Rand convenció a Greenspan de que era importante buscar el lado humano de la gente, sus valores, cómo y por qué actuaban y pensaban. Por eso en 1968 cuando con 37 abriles y sin el PhD fue nombrado presidente del Consejo de Asesores Económicos del Presidente de los Estados Unidos sabía que tendría que aceptar muchas leyes que el creía equivocadas pero que eran resultados de lo que la mayoría de la gente deseaba. El compromiso entre pareceres de los ciudadanos es la esencia de la civilización. Había dejado de ser un técnico creyente sólo en hechos y números.
Obviamente Greenspan continuó siendo fiel seguidor del capitalismo schumpeteriano pero sabía que el respeto al parecer de los demás obligaría a muchos compromisos. Sus opiniones como político económico giraban en torno a tres grandes ejes: el descontrol fiscal produce inevitablemente inflación, los controles de precios, intereses, salarios y ganancias acaban reduciendo la oferta y disminuyendo el bienestar económico, las regulaciones frenan el crecimiento económico y las posibilidades de mejoría social.
Sin embargo estos tres ejes no pueden imponerse inflexiblemente: siempre hay campo para compromisos con límites poco precisos. Tan absurdo es ignorar los deseos de la mayoría como ceder cien por ciento a ellos. El político económico con principios busca un compromiso económico que permita salvar lo que muestran la historia y la lógica.
d) La descripción del largo período que llevará a Greenspan a convertirse en Gobernador del Banco Central de los Estados Unidos
Es una lección para los economistas que aspiran a influir en la marcha del país: tiene que ser un apasionado del estudio de la realidad nacional, un creyente en un modelo coherente y realista de desarrollo dinámico que oriente su actividad, y una persona interesada en la comprensión de los deseos y de las actividades de la gente. Hay diversas maneras de alcanzar esa meta.
El estudio de la economía nacional no puede hoy en día prescindir de herramientas estadísticas e históricas orientadas no a la construcción de modelos econométricos sino a descubrir las tendencias que presentan los datos. Greenspan insistía en la importancia de los inventarios para sectores claves de la economía como variable exógena para la predicción. Esta manía predictiva difiere de la obsesión por desarrollar modelos econométricos centrados en el pasado. El economista que quiere influir en la marcha del país necesita más que nada entender su dinámica para predecir el futuro.
Para hacerlo con esperanza de éxito la intuición sobre cómo se mueve la economía es indispensable. Más que modelos dinámicos generales o sectoriales detallados y certificadass por bases de datos, ayudan las dinámicas magníficas a lo Adam Simth, Marx, Schumpeter, Hirschman, Paul Romer o Rodrick. Quizás la intuición sea más importante que la lógica matemática.
Finalmente quien no se interesa por la historia y las otras ciencias sociales, o sea quien no trata de sondear el comportamiento y las aspiraciones personales y colectivas humanas tendrá dificultades invencibles para mover el país en una dirección positiva. Con sólo políticas económicas no se hace economía política o sea políticas económicas viables a largo plazo en las heterogéneas sociedades actuales.
2. El populismo latinoamericano visto por Greenspan
Todo economista latinoamericano conciente de nuestra historia se enfrenta con dos preguntas ineludibles: ¿por qué repetimos con tanta facilidad el ciclo expansión-crisis sin romper este fatal ciclo político-económico? ¿Por qué a pesar de tanta retórica igualitaria somos con diferencia el continente con mayores brechas entre ricos y pobres (Chile no excluido)? Analicemos las respuestas dadas por Greenspan en el capítulo 17 sobre América Latina y el Populismo).
a) Aunque la definición más general del populismo lo presenta como filosofía política que apoya los derechos de la gente en oposición a los de una elite privilegiada, Greenspan prefiere hablar de respuesta de una población empobrecida a una sociedad fallida en la cual las elites son consideradas opresoras; el Gobierno accede a las presiones populares sin consideración a los derechos de los individuos ni a las realidades de la acumulación de riqueza.
Después de apuntar las tres raíces más mentadas del populismo -la corrupción de las élites, la voracidad del capitalismo norteamericano, y la herencia insaciable de los conquistadores iberos- que bien pueden explicar hechos marcadamente populistas, le queda por explicar la repetición de los mismos como si la mala experiencia pasada no bastase para cuestionar el populismo. Esta tendencia iterativa no racional ni dispuesta a discutir la realidad la achaca al carácter pasional de la defensa de los defensores del populismo como filosofía política.
El populismo histórico, expone Greenspan, es primariamente un fenómeno emocional carente de análisis formal serio de las condiciones para acumular riqueza ni mejorar los niveles de vida. El marxismo y el socialismo democrático sí lo hicieron.
La receta populista, en cambio, predica redistribución de la tierra, enjuiciamiento de una elite corrupta que a través del robo empobrece el país, tierra y comida para todos.
Los hechos, sin embargo, no sustentan la hipótesis de que así se logran más altos niveles de vida ni mayor riqueza. En general después de períodos no muy largos de populismo el nivel de vida y los derechos individuales caen a niveles más bajos que los previamente existentes. Brasil, Argentina, Perú, Chile ofrecen ejemplos múltiples de fracasadas políticas populistas. Sin embargo nuevas generaciones de dirigentes políticos aparentemente no captan las lecciones de la historia y continúan abogando por simplistas soluciones populistas. La mejor evidencia del carácter emocional y no ideológico de la respuesta populista está en que el populismo parece no retroceder a pesar de sus repetidos fracasos.
Faltos de políticas económicas específicas los dirigentes casi siempre carismáticos del populismo acuden a la justificación moral y exhiben aires autoritarios. Esos dirigentes, muchas veces militares, no se esfuerzan por demostrar la superioridad del populismo sobre mercados libres ni abrazan formulismos marxistas. Su mensaje económico es simple retórica salpicada de palabras como justicia, explotación, y reforma agraria: no PIB ni productividad.
b) Sin duda, aunque Greenspan cuenta con la ventaja inapreciable de haber tratado con muchos ministros de hacienda y gobernadores de Bancos Centrales de América Latina, no podemos afirmar que su conocimiento de América Latina se iguale al de la economía norteamericana.
Sí hay que reconocerle que el clamor moral del populismo, su conciencia social de la pobreza y el anhelo de una mejor justicia distributiva superan con creces el rigor de su análisis económico y su conocimiento de la historia. Hay que aceptar también el frecuente desprecio a los derechos personales y los pobres resultados de la aplicación de sus medidas distributivas sobre la acumulación de riqueza.
Los casos de la anulación práctica de contratos de explotación petrolera por parte de Evo Morales, Chávez y Correa, vistos desde la experiencia histórica, no auguran nada bueno a largo plazo para el aumento de la producción de hidrocarburos aunque sí contribuyen a una mejor distribución social temporal de sus ganancias.
c) El error capital de Greenspan reside no sólo en limitarse a la crítica del populismo sino a abogar de hecho por su continuidad. El apoyo irrestricto por las grandes instituciones multinacionales y los países más desarrollados a nuestros sistemas capitalistas confunde capitalismos relativamente civilizados con sistemas legales que se cumplen de los países europeos actuales y de los países anglosajones (Inglaterra, Canadá, Australia y los mismos Estados Unidos) con los nuestros ricos en leyes que no se cumplen y tribunales que amagan y no dan.
En apariencia somos países modelos nominales de justicia. En realidad nuestra situación es similar a la podredumbre subyacente de sepulcros blanqueados de tiempos de Jesús.
Lo que Greenspan no dice, aunque bien debe saberlo, es la falta de análisis social y político objetivo de un capitalismo para vivos de alta cuna y Gobiernos de baja cama.
Abogar por la libertad pura y simple de los mercados y por instituciones legales que defiendan los derechos de los individuos, sobre todo los de propiedad, y no unirla con principios efectivos de moral social y respeto no ayuda ciertamente a acumular y distribuir riqueza.
3. Conclusión
Agradezco a Greenspan casi todo lo que dice. Tiene mucha razón. Pero no confunda capitalismos semidomesticados con capitalismos salvajes.