Un niño de apenas 10 años mató accidentalmente a su hermanita de 8, mientras jugaba con una pistola de su padre, la cual había tomado de un cajón pensando que era un juguete.
De acuerdo al relato de BBC News, la pistola fue guardada cargada, por lo que fue fácil que se le escapara un disparo, el mismo que atravesó el corazón de su hemanita, muriendo casi instantáneamente.
A continuación la devastadora historia:
«Le disparé. No fue intencional», decía la infantil y angustiada voz en la grabación del centro 911 que recibe llamadas de emergencia en Estados Unidos.
«Mi hermana se está ahogando», continuó la voz del niño.
Operador 911: «¿Se está ahogando?»
«Está muerta».
«¿Está muerta?»
«Sí, por favor, busque a mi mamá y a mi papá ¡Oh, Dios mío!».
Era la tarde del 5 de junio de 1989, en un suburbio de Fort Lauderdale, Florida, cuando sucedieron los hechos que cambiarían el curso de la vida de Sean Smith, de su hermanita Erin y de su familia.
Sean y su hermana, en ese entonces de 10 y 8 años, habían llegado a casa de la escuela, unos minutos antes que su madre.
Sean se fue en busca de sus videojuegos y por alguna razón decidió escudriñar entre los cajones del dormitorio de sus padres. Encontró lo que el creyó que era una pistola de juguete y decidió jugar con ella.
«A pesar de que pasó hace 30 años, lo recuerdo como si hubiese sido ayer», cuenta Sean a la BBC.
Pistola cargada
La noche anterior había habido un robo en el vecindario. «La policía patrullaba la zona, los perros ladraban», recuerda Lee Smith, la madre de Sean.
El padre de Sean sacó la pistola de un cajón y la cargó. «Era el arma de mi suegro o mi suegra. Alguno de ellos la tenía y se la dieron a mi esposo para que se deshiciera de ella», asegura Lee.
A eso de las tres de la mañana, satisfecho de que todo estaba en calma, el padre regresó a la cama y devolvió el arma cargada al cajón.
Tal cual la encontró Sean al día siguiente.
El niño empuñó el arma en su mano izquierda -es zurdo- y apuntó por la ventana. Según relata Sean, Erin no quería meterse en problemas, se asustó y salió corriendo.
Desafortunadamente, la pequeña se atravesó frente al arma en el preciso instante en que se disparó accidentalmente. La bala le atravesó el corazón.
«La última imagen que tengo es de mi hermana muriéndose en mi regazo», afirma Sean. «Es una imagen que definitivamente nunca borraré de mi cabeza».
Tragedia y repercusiones
Cuando Lee llegó a la casa vio que la policía estaba por todos lados.
«Sucedió tan rápido. Los accidentes suceden rápido», observa.
La familia no sólo tuvo que reponerse de la tragedia sino de las reacciones de los demás.
«Al comienzo la gente fue solidaria. Éramos el centro de atención, sin duda. No fue tanto que se preocuparan por nosotros, sino que querían tomar bandos», describe Lee.
«Hubo gente que preguntó si lo había hecho adrede», indicó. «Esa fue la parte más difícil. La gente emitiendo sus opiniones de cosas que no sabían».
Lee destaca que Sean se preocupaba mucho por proteger a su hermana. «Si tú ves cualquier foto de Sean y Erin juntos, siempre se estaban abrazando».
Pero Sean tuvo un camino más difícil que recorrer.
Robos y drogas
«Recuerdo queriendo volver a la escuela sólo para sentirme de alguna manera normal otra vez», explica. Pero resultó que los demás estaban más interesados en saber qué era lo que había hecho.
Entrado en la adolescencia, las cosas fueron empeorándose. Sean confiesa que pasaron muchos años sin que le hablara a su padre, ya sea porque cada uno se echaba la culpa de lo sucedido o mutuamente se culpaban.
«Cargaba con toda esta culpa. Me volví autodestructivo. Robando cada que podía», reconoce.
Luego vinieron las drogas y Sean se fue por el camino del abuso.
Pero tuvo su propio hijo, lo que le dio una perspectiva nueva a su vida. «Tenía que ser responsable, no sólo por mí mismo… sino porque estaba a cargo de otra persona», expresa.
Finalmente, ingresó en un programa de rehabilitación e inició un proceso de recuperación.
Dice que reza en las mañanas buscando absolución y ha encontrado serenidad yendo a la playa temprano en las mañanas, cuando hay poca gente.
«He tenido el placer de ver tantos amaneceres y ver el cielo hermoso y eso definitivamente me ha conectado con ella (mi hermana)», revela.
En Estados Unidos, unos 4,6 millones de niños viven en casas donde hay armas a su alcance.
Tres de cuatro de esos niños saben dónde se guardan esas armas.
La misma semana en que Sean mató a su hermana, en Florida dos niños murieron y dos más resultaron heridos en accidentes similares.
«Los niños siempre van a estar curiosos de las armas. Así que tenerlas en la casa lo único que hace es fomentar esa curiosidad», sentencia Lee Smith.
«Sucedió en un milisegundo y te cambia tu vida para siempre», advierte.