Le falta moral

Le falta moral

Siempre hubo gente ingenua, creída,  engañada, capaz de seguir a personas por las ofertas verbales, por las palabras almibaradas, por los fuegos fatuos que son capaces de desdibujar en un discurso, en una conversación.

Resulta curioso ver cómo se viene desarrollando una corriente contraria a lo que enseña la vida sobre la lealtad, la honradez, la seriedad, el respeto a los demás.

Es extraño ver cómo se intenta premiar la inmoralidad y la traición como si esas conductas pudieran convertirse en oro de buena ley.

Lo más interesante es ver cómo se empapa el cuerpo social con una actitud de dejadez, de entrega, de aparente impotencia, de aceptación cual si se tratara de una condena, como si fuera una maldición de la cual no nos podemos sacudir.

La involución moral que sufre nuestra sociedad es tan grave que en veces pienso que las aguas fluyen río arriba y no es verdad; pase lo que pase, las aguas siguen su curso hacia abajo.

No importa que el río baje crecido y con mucho lodo, del mismo modo que pase lo que pase mañana saldrá el sol, asimismo mejor temprano que tarde las aguas del río volverán a retratar las luces del amanecer y las del crepúsculo en sus límpidas aguas.

Los farsantes, los actores de mala muerte que piensan que se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo, caminan sobre el filo de la navaja, pisan los carbones encendidos y mantienen  la careta con las que pretenden impresionar a los ingenuos.

Esos farsantes a quienes la vida coloca en lugares que no merecen, se confunden con la borrachera que produce el poder económico, social o político.

Esa gente carece de sentido moral y de vergüenza, pisotea cualquier cosa porque tiene una agenda fuera de los principios, por eso no tiene miramiento alguno para mentir, robar, engañar, abusar, traicionar.

El Presidente Hipólito Mejía dijo durante la campaña refiriéndose a Leonel Fernández, Danilo Medina y compartes “nos mienten, saben que nos mienten, pero no nos engañan”.

Cuando Hipólito señalaba las mentiras, los fuegos fatuos verbales y las fintas con las que jugaban con el idioma para engañar, lo hacía para que el pueblo no cayera en la trampa de permitir con lo condujeran por el error y hacia el error.

Por supuesto, era de esperar que cuando Leonel hablara tejiera un rosario de mentiras porque ¿cómo justificar con verdades el robo, la corrupción, el desorden financiero?

Bastó con que el gobernador del Banco Central aclarara una cifra citada por Leonel Fernández, para que la nación se percatara de que es un mentiroso consuetudinario. Hipólito lo había advertido.

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