Señores José Paliza y Carolina Mejía. Les hago conocer, por esta vía, mis consideraciones acerca de la victoria electoral obtenida por nuestro Partido Revolucionario Moderno, en esta hora de júbilo.
Hago un llamado a la reflexión, pero no para solazarse con los excelentes resultados obtenidos, sino para prepararse para las elecciones presidenciales de mayo, y más allá.
La lectura más cómoda es proclamar que el pueblo respalda el Gobierno del Cambio, presidido por Luis Abinader, porque ha dado pasos importantes para la institucionalidad y la consolidación del proceso de democratización iniciado en 1962, interrumpido durante años, incluyendo la Guerra de Abril de 1965 y otra invasión e intervención norteamericana, hasta el triunfo rotundo del Partido Revolucionario Dominicano, en 1978.
Puede leer: Un compromiso serio
Somos nosotros, los auténticos y seguros herederos de las glorias del PRD, aquel partido que peinó la geografía nacional vivando sus candidatos y aplaudiéndolos hasta lograr la victoria una y otra vez.
Ese partido nodriza del PRM, era una organización donde los nexos más fuertes eran el amor a la Patria, el fervor democrático, el respeto a los derechos humanos y a los principios de justicia, reclamados y exigidos por todos.
El ascenso en el partido era de la base al barrio, de allí al municipio, luego al Comité Ejecutivo Nacional. Los candidatos se escogían por méritos en las tareas de la organización. Un partido sin mística, sin doctrina, de armas sueltas, sin reuniones periódicas para discutir los problemas de la comunidad y contribuir a buscarles solución, es un cuerpo sin vida, una entelequia, que no es nuestro caso.
Un partido sin comunicación con todos sus miembros, cuyos seguidores carezcan de tareas políticas y físicas en favor de la comunidad, está de espaldas al pueblo y se convierte en una maquinaria electoral movida, generalmente, por dinero cuya procedencia se ignora, de ahí que se cuelen dentro de los candidatos personas que no merecen ser representantes de conglomerados con tanta gente buena.
Lo que pido es continuar la labor de educación, de trabajos con la comunidad, limpieza de calles y canales, reparación de casas, enseñanza sobre la disposición de los desechos físicos, organización del pueblo para que coopere con su propio bienestar, para que sepa que el buen gobierno es aquel en el cual la población contribuye a su bienestar colaborando con lo que le beneficia, aunque la autoridad no cumpla con su deber, que la higiene y la salud dependen, también de la acción de los gobernados. Ustedes representan la nueva generación.