-Usted pretende penetrar en el interior de las cosas; ese es un camino que no le conducirá a la felicidad. En primer lugar, por su escasa utilidad; es muy difícil que logre descubrir lo que está oculto o cubierto por un manto de prejuicios e intereses; saber una verdad podría quitarle el sueño y la tranquilidad. Ya lo dijo el rey Salomón: “quien añade ciencia, añade dolor”. No hay que analizar tanto las cosas para vivir; salvo que sean análisis clínicos y estemos gravemente enfermos; porque si la enfermedad es leve, tampoco se necesitan demasiados estudios. Lo mejor es quedarse en la corteza de la vida.
-¿Ve usted esa mujer que está sentada en aquella mesa? Es hermosa y joven, está bien vestida y mejor peinada; mírela y no diga nada; disfrute del espectáculo sin examinar cada detalle. Cuando mire un árbol, debe verlo entero; claro que tiene tronco, ramas y un tupido follaje; a veces un árbol incluye flores y pájaros. La vida presenta un paisaje delante de los ojos; acéptelo como es. No lo mire “a beneficio de inventario”, haciendo una lista de lo que sobra o falta. Abrace las cosas como Dios las ofrece al mundo: íntegras, completas, enterizas. Usted mismo, no es un trozo; es un hombre completo.
-Acepte las limitaciones de su estatura y peso, de su inteligencia y educación; y “viva con todo eso en el macuto”. Eso trajo usted al nacer o se lo agregó el ambiente donde se crió. Nadie puede escoger a sus padres, ni el lugar donde nace. Admita que las cosas están dadas, que las fichas del juego no las pone usted. No se empeñe en ir siempre contra la corriente, subiendo una cuesta que casi todos bajan.
-Creí que usted era más joven; ahora veo que no es así. ¿Cuántos nietos tiene? Goce de ellos todo cuanto pueda; crecerán y tendrán problemas que usted no podrá comprender ni aliviar. No espere que la política mejore algo más de lo que ha mejorado en los últimos 170 años… que es nada. No se le ocurra decir, en su columna del periódico, que un militar retirado lo importunó en una heladería con unos consejos de cuartel.