Lyndon Johnson, trigésimosexto presidente norteamericano, lamentaba que sus “discursos elocuentes” no convencieran a jóvenes norteamericanos levantar protestas contra la guerra de Vietnam. Su esposa –periodista, docente, activista y empresaria-le observó haber llegado el momento de acciones elocuentes más que discursos elocuentes.
Joaquín Balaguer, practicante de la seducción de desafectos en aras del equilibrio político, declinaba solidaridad de funcionarios en momentos críticos aduciendo necesitarlo de sus amigos comprometidos con intereses nacionales traducibles en transformaciones y reformas, en lugar de la proveniente de funcionarios con intereses particulares.
Esto, a propósito del momento críticos que vivimos marcado por:
La crisis sanitaria, manejada pendularmente entre restricciones y apertura obedeciendo a reclamos expresados mediáticamente en lugar de someterla a rigores científicos; con la creencia que el plan de vacunación, cuya “excelencia” fue proclamada en una reciente declaración oficial endosada por gremios médicos, es una panacea; ignorando en los diagnósticos aspectos fundamentales sobre etiología de contagios como hacinamiento barrial e informalidad económica; aplicando restricciones severas cuando aumentan contagios y apresurándose en liberalizar tan pronto aparece el primer signo de mejoría; sin ponderar debidamente historiales y experiencias sino precipitándose en base a comportamientos eventualmente transitorios.
La económica, manifestada en precios, ignora el endógeno y sostenido descuido del aparato productivo doméstico colmada con prohibiciones pandémicas; y la repercusión nacional de prohibiciones exógenas. Las respuestas diseñadas- centradas en congelar precios, expansión asistencialismo estatal, aumentos salariales, etc.- concitarán simpatías populares pero provocarán efectos secundarios adversos.
Y no serán contundentes mientras no se conciban iniciativas continuas y sistemáticas de apoyo a nuestra producción primaria que incluya un Programa de Reforma Fiscal, debidamente estudiada y consultada, conducente a mejorar el gasto, disminuir tasas y simplificar procesos tributarios.
La ética gubernamental sufre prueba de fuego en la operación Medusa. Admitieron que lo que hoy es de conocimiento general era de dominio gubernamental desde hacía meses. Funcionarios en la mirilla pierden oportunidad de convertirse en dechados de transparencia y en su lugar se rasgan vestiduras ante divulgación de informaciones contenidas en el expediente. Los denunciados se convierten en denunciantes, emitiendo una peligrosa pretensión de controlar información contraria al signo de los tiempos y a la apertura presidencial. Lo que pudo resolverse con simple explicación adquiere vientos de huracán.
La fronteriza, colmada con el extrañísimo magnicidio haitiano por un comando predominantemente extranjero con eficiencia comparable al rescate en Entebbe del avión israelí secuestrado en 1976. No descartemos encontrarnos frente a una acción internacional vinculada a ilegalidades en abierta declaración de guerra contra la precaria institucionalidad regional.
Estas crisis dibujan momento crítico que requiere acciones elocuentes y compromiso solidario alrededor del interés nacional.