Lecciones de la masacre de Paya

Lecciones de la masacre de Paya

Es extraño que en este día lo más indicado es escribir de la gesta que se conmemora hoy, y además del acontecimiento de la juramentación del Presidente Fernández, después de su reelección de mayo pasado, haya escogido el tema de lo que ocurrió la pasada semana en Paya, Baní. El país no se ha repuesto de la tremenda conmoción que produjo esa asombrosa tragedia, perpetrada por la fuerza más poderosa que domina a las naciones caribeñas, inundadas con el tráfico de drogas.

No es acusar de complicidad a sectores nacionales, ya sean autoridades civiles o militares, sino ver más allá de lo que está ocurriendo desde hace años en el país. Aquí hay ciudades que han modificado su fisonomía aceptando, casi sin disimulo, dinero mal habido para su progreso urbano, con el surgimiento en la capital y Santiago de cientos de torres y en los pueblos de modernas y vistosas urbanizaciones. Todos sabemos que los dominicanos y extranjeros, que se hacen de fortuna trabajando arduamente, no hacen ostentación de lujos, ni realizan gastos dilapidadores de dinero, contrario a lo que vemos con la competencia entre los peloteros, faranduleros y narcotraficantes, en que a estos últimos les conviene gastar velozmente el dinero de su negocio, para evitar un rastreo por parte de las autoridades honradas, que puedan hacerle frente con valentía y honradez a ese flagelo mundial.

Pero el caso de Paya lo vemos como la carencia por parte de las autoridades de los medios para combatir la impunidad de los narcotraficantes, conocedores de que no hay recursos policiales y militares para enfrentarlos. Las costas dominicanas están desprotegidas por parte de la Marina de Guerra, que aún cuando declaren que están patrullando, todos sabemos que no es posible por la limitada dotación para el combustible, que si participan en un desfile patriótico, para el resto del mes se le terminó la ración. Eso los narcotraficantes lo conocen y actúan impunemente mientras las lanchas y patrulleros de la Marina permanecen bien alineados en los muelles. Así vemos que cuando la Marina descubre viajeros ilegales en las playas del Este son sus patrullas de a pie, pobremente equipadas que a veces por casualidad descubren a esos viajeros preparándose para el cruce del canal de la Mona.

Igual situación de precariedad atraviesa la Fuerza Aérea Dominicana, que no tiene equipos, ya que los aviones chilenos van disminuyendo en sus vuelos por la obsolescencia, falta de repuestos y de combustibles, con los que ni siquiera pueden realizar algunos vuelos semanales. El resto del tiempo dejan los cielos a la buena de Dios ya que los sistemas de radar no funcionan debido a falta de piezas y mantenimiento.

La excusa es que el problema de las drogas a quien concierne es a Estados Unidos. Es el mercado de mayor consumo mundial y hacia sus ciudades es que va el grueso de la misma; por tanto serían ellos los más señalados a subsanar la carencia de equipos navales y aéreos para detener un tráfico muy rentable y demandado por parte de la población norteamericana para sumergirse en la ilusión de un mundo irreal y no hacerle frente a los embates económicos, morales y sociales de su maltrecha sociedad. Hasta evitarían la ocurrencia de tragedias como las de Paya.

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