Lecciones de tragedias que no asimilamos

Lecciones de tragedias que no asimilamos

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Conmocionados, entristecidos e incrédulos por la forma tan inesperada que la Naturaleza nos abatió desde el pasado día 28 y siguientes, nos deja a todos con la gran interrogante de que pasó, y de como nuestras imprudencias, improvisaciones, ambiciones e irresponsabilidades le hicieron el juego a la Naturaleza con la tragedia que hizo estremecer los cimientos del país a todos sus niveles.

No es la primera vez, en los pasados 38 años, que el país se ve sacudido por fenómenos atmosféricos de envergadura, que lleva la destrucción y muerte a los sectores pobres y marginados de la comunidad nacional. Las riberas de los ríos y arroyos son el asiento de millares de dominicanos, que ocupan sos predios de propiedad pública ante la mirada indiferente y complaciente de las autoridades, a nombre de las ventajas del populismo para los eventos políticos, pero ahora perdieron sus escasas propiedades, y muchos, sus vidas, frente a un drama que es de recurrencia periódica ya que no había voluntad oficial de ser responsables para evitar su frecuente ocurrencia, prohibiendo esas ocupaciones ilegales.

Ya las autoridades, impactadas por la magnitud de la tragedia, renegaron del populismo, para evitar que de nuevo se reubiquen miles de personas en las áreas vulnerables de las riberas de los ríos. Ojalá se cumpla esa nueva voluntad oficial de corregir la cultura de complacencias fatales.

Las altas montañas de la isla produjeron un efecto de freno a una tormenta que venía con poca velocidad de traslación, y ya el pasado sábado 27 la perturbación atmosférica paralizada, comenzó a tomar cuerpo que por sus dimensiones arrastraba un inmenso campo nuboso, preñado de agua que comenzó a soltarse sin parar luego desde ese día, hasta arreciar en la tarde del domingo y adquirió las dimensiones de una tormenta peligrosa que devolvió a los ríos y arroyos el caudal de agua que no tenían desde hacía tiempo.

Las lecciones que se desprenden de la tragedia de Noel son muchas. Quizás la más importante es el descuido y falta de mantenimiento que exhiben todas las presas, puentes, canales y carreteras, que sufrieron grandemente esa falta de atención y puso a las autoridades a temblar por el probable colapso de alguna de las presas de tierra que podían ser desbordadas por su encima de su tope, destruyéndola en poco tiempo por el alud de millones de metros cúbicos de agua derramándose por el valle que protegen, llevando a la muerte a miles de los residentes aguas abajo de las presas. A ningún gobierno, integrado por políticos ambiciosos y deseosos de disfrutar del poder, les interesa el mantenimiento de las obras públicas, ya que eso no aporta jugosas comisiones como se desprende de un contrato de una nueva obra por un valor de $100 o $200 millones de pesos. Y es que el mantenimiento preventivo de una obra no pasaría de $1 millón de pesos.

Por lo tanto, para el caso de las presas en especial las de tierra como Hatillo o Sabana Yegua, tienen en total abandono sus vertederos de emergencia o de demasía como es su nombre técnico. Esa fue la razón por la cual el lunes 29 los funcionarios del gobierno quedaron sobrecogidos por la angustia y el temor de estar al borde del colapso de una presa cuando el nivel de agua en el embalse, o el vaso como se dice ahora, continuaba elevándose sin parar y no había forma de evitarlo con vertederos en desuso y conociendo que si el agua vertía por encima de las presas de tierra ocasionaría una tragedia de imponderables consecuencias. Gracias a Dios que la tragedia no se consumó y deja una lección importante, que si es asimilada por los responsables, serviría para prevenir futuros pánicos o calamitosos desastres.

La situación de los puentes es que nunca se le revisan sus soportes, estribos y aproches, que año tras año se erosionan bajo los efectos del caudal de agua de los ríos, incluso en crecientes pequeñas, entonces se van descubriendo los apoyos, dejando al desnudo las estructuras o parte del relleno de las vías; cuando ocurren crecientes en todos los ríos, como las del pasado lunes 29, era normal que esos aproches sucumbieran en el mejor de los casos, y en el peor fue el colapso de la estructura de hormigón al perder su apoyo.

En las carreteras, fue la erosión de los taludes de cortes y en rellenos de terraplenes por falta de vegetación, ya que aquí se considera como necesario despojar a esos terrenos de esa protección natural, y por tanto, cuando los suelos se saturan, provoca que los árboles creciendo en las laderas caigan a la vía para obstruirla o caerle encima a algún vehículo como ocurrió en ocasiones la pasada semana.

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