Lecciones de unos comicios

Lecciones de unos comicios

El presidente de Estados Unidos de Norteamérica, Barack H. Obama, admitió las causas de la derrota. El descalabro, conforme la sencilla interpretación del mandatario,  se encuentra en el incumplimiento de promesas. De allí la abstención de los emigrantes de nuestros pueblos.

Ellos esperaban que la Ley de Migración los protegiese. Lejos de ello, las persecuciones y las presiones contra patronos, han continuado. Y muchos otros sectores resentidos por frustraciones de índole diversa, siendo demócratas no acudieron a urnas o se fueron en contra.

Propio es ello de la democracia. Como lo es el hecho de que Obama ha concitado desafectos en virtud de algunos de sus pronunciamientos. Todos los pueblos, incluyendo el estadounidense que aparenta vivir ajeno a muchas emociones, son sensibles ante determinados sucesos.

El derrumbe de las Torres del Comercio, de Nueva York, conmocionó a esa nación. La fibra del orgullo herido por un evento que reflejó inadvertencia y descuido, no cicatriza.

Asumir la defensa del proyecto de erigir una mezquita en terrenos cercanos al solar de las Torres, generó resentimientos. Los mismos ofrecieron soporte teórico a la derecha extrema.

La intensa campaña desarrollada contra los candidatos demócratas centraba la mira en estos deslices del gobernante. Elogiable es la sinceridad del mandatario que reniega de la mentira. Censurable en cambio, es la imprudencia en todos los seres humanos, y sobre todo, en quienes guían pueblos. Los oídos de Obama aún contenían restos de las críticas que, con motivo de su presentación como candidato a la Presidencia federal, se dejaron sentir. Musulmán, anti estadounidense y otras expresiones pronunciadas como invectivas, se invocaron en su contra.            

Debido a ello, presentado el tema del templo islámico, debió eludir un comentario radical como el ofrecido. Cierto que al incendiarse y destruirse ambas edificaciones se perdieron, principalmente, vidas de latinoamericanos. Al estrellarse los aviones, más que estas vidas, sin embargo, se derrumbaba el sentido de inexpugnabilidad de esa Nación. Ello desencadenó dormidas pasiones, recreó sentimientos nacionalistas y despertó temores.

Ante tales sentimientos debió inclinarse. No porque él sea anti nada, sino porque es el Primer Mandatario de una Nación con muchos de sus hijos heridos en su dignidad. Y estoy seguro, aunque este tema no haya salido a relucir entre los motivos de la derrota, que el resentimiento generó la fuerza de la ultra derecha. Debe anotarse este tal vez ingenuo modo de pensar, entre las causas de la derrota demócrata de principios de este mes.

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