Lecciones del comercio con Haiti

Lecciones del comercio con Haiti

Es bien sabido que la economía de mercado se basa en la respuesta no programada ni controlada de los distintos fabricantes y empresas, grandes o pequeños, a los deseos y al poder adquisitivo de los consumidores nacionales y extranjeros. El poder que impulsa este mecanismo se origina en la actividad productiva a la cual responde la capacidad de compra.

“Un círculo cerrado”, así denomina a este proceso el laureado economista y escritor norteamericano John Kenneth Galbraith. Esta es la esencia del sistema de mercado, que debe de funcionar adecuadamente entre dos o varios países con condiciones comerciales similares, pero que opera con desequilibrios, y a veces de forma desastrosa, cuando se trata del comercio desregulado entre naciones de desarrollo económico diferentes.

Ese es el caso de la República Dominicana, un país en franca expansión económica desde hace varias décadas, y Haití, la nación más pobre del hemisferio occidental, una de las más depauperadas del mundo. Los haitianos carecen del poder adquisitivo para comprar la enorme oferta avícola proveniente de la República  Dominicana. Por eso vetan el ingreso a su territorio de pollos y huevos dominicanos, porque necesitan que una parte de nuestra oferta exportable en esos  y otros rubros les llegue gratuitamente. No lo dicen, pero se intuye del risible argumento que reivindica la gripe aviar como pretexto para su controversial decisión. Ellos  saben perfectamente que esta nación ha sido declarada libre de dicha peste por la OMS y la OPS. Además, ¿acaso pueden los haitianos enrostrarle a otros enfermedades endémicas o pandemias infecciosas en humanos o en cultivos?

Si Haití puede vetar los productos dominicanos, ese es su derecho. El gobierno y los productores dominicanos tienen capacidad para alcanzar mejores mercados. El comercio binacional regulado es la solución.

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