Lecciones del rescate de los mineros chilenos

Lecciones del rescate de los mineros chilenos

Un articulista del Wall Street Journal, Daniel Henninger, argumentaba ayer muy lúcidamente que el rescate de los mineros chilenos es un triunfo rotundo del capitalismo. Parece una baladronada, una bufa propaganda de la extrema derecha. Pero la verdad es que en muchos otros países, digamos Venezuela, Cuba o Haití, muy posiblemente los mineros habrían fallecido ante la casi imposibilidad de su rescate.

La mecha del taladro que excavó el túnel por donde salieron los mineros fue construida por una empresa de Berlin, Pennsylvania, con apenas 73 empleados. El fino cable de alta resistencia usado para bajar e izar la cápsula rescatadora es producto de otra empresa privada, de Alemania. El otro cable súper flexible, de fibra óptica para telecomunicaciones, que mantuvo a los mineros comunicados desde la entraña terrestre con el mundo exterior, fue provisto por una compañía de Japón. Los tres artilugios fueron inventados por científicos y empresarios cuyo móvil principal fue el lucro legítimo.

La dinámica social que resulta de asumir las bondades de que las innovaciones o inventos deben producirles ganancias a los inventores estuvo presente en muchas otras manifestaciones en la mina chilena, comenzando con la disciplina laboral resultante de protocolos estandarizados propios de las mejores prácticas de la empresa privada.

Esta lección del rescate de los mineros puede extrapolarse a muchas otras situaciones, especialmente algunas que acogotan a los individuos que luchan por sobrevivir en ambientes donde las bondades del capitalismo no son asumidas por el liderazgo político, obligando a los ciudadanos a indignidades fruto de las más absurdas arbitrariedades.

Para mencionar algunas que son criollas, baste ver el caos y altísimos precios del transporte público de pasajeros y carga; el desorden en la comercialización de medicinas falsificadas; la impostada imposibilidad de resolver el tollo eléctrico; y así podría seguir con un rosario interminable.

En cada caso, hay alguna autoridad que influye desastrosamente en el mercado, en vez de imponer reglas claras iguales para todos en beneficio de los consumidores: se crean privilegios ilegales para falsos “sindicalistas” del transporte; se otorga rampante impunidad a falsificadores de medicamentos; se endiosa el robo de luz como un mal social dizque imposible de solucionar. La rapaz mano negra del Estado en cada caso sustituye la mano invisible del mercado. Y todos sufrimos las consecuencias al punto de preguntarnos ¿habríamos los dominicanos rescatado a nuestros mineros atrapados?

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