Lecciones ecológicas de la Historia

Lecciones ecológicas de la Historia

Durante los siglos XVII (17) y XVIII (18) Haití fue el país más próspero del Caribe, una prosperidad y desarrollo económico basado en el trabajo esclavo y en la eliminación de toda la flora de sus tierras llanas para sembrarlas de caña de azúcar. Ese desarrollo llevó a Haití a ser reconocido como el París del Caribe, pero los cambios políticos demostrarían luego lo errático que fue depositar toda la confianza francesa en la eliminación de su flora natural. Hoy Haití es lo que es por errores del desarrollo económico.

Y la República Dominicana no está hoy en las mismas condiciones de Haití gracias a que Francia desestimó las propuestas de tempranos gobiernos de nuestra República de someterse a esa potencia europea buscando igualmente el supuesto desarrollo que exhibía Haití.

La búsqueda de desarrollo económico planteó a finales del Siglo XIX (19) para la República Dominicana la alternativa maderera. Así se inició el desmonte de nuestras montañas, lo que junto con el paulatino crecimiento de la industria azucarera fue arrasando con nuestros bosques de montañas y de zonas llanas, ocasionando una considerable disminución en nuestra producción de agua y una hasta ahora incalculable pérdida de suelos y fauna.

A la fecha en que seguimos discutiendo qué es lo que más nos conviene para alguna vez ver llegar el desarrollo económico, tenemos el 80 por ciento de nuestra cubierta vegetal perdida, lo que significa el 80 por ciento de nuestro principal recurso natural, porque de ese recurso dependen todos los demás. Y precisamente hoy estamos aquí discutiendo si también vamos a acabar con el 20 por ciento que nos queda después de estarnos equivocando durante dos siglos seguidos. Y equivocándonos por pensar que el desarrollo económico es lo que nos beneficia un día sin saber qué ocurrirá al día siguiente y los demás días por venir.

Pero si esa inadvertencia, si esos errores pasados fueran el caso del turismo hoy, todavía hoy tuvieran razón los senadores y diputados en insistir en utilizar ese 20 por ciento del territorio protegido. Pero existe una diferencia entre aquel pasado errado y este presente previsor, y esa diferencia es que nos acompaña la experiencia de esos errores y contamos con demostraciones científicas de lo que puede ocurrir si seguimos con la práctica de la eliminación de las áreas naturales.

[b]Digamos que sí al turismo[/b]

Aceptamos que la propuesta económica del turismo puede ser en estos momentos la más exitosa. Pero también lo fueron en su tiempo la caña de azúcar y la madera, y hoy estamos pagando caro esos errores.

Pero aceptemos la propuesta turística, aceptemos el desarrollo turístico. Pero aceptémoslo previendo el daño que puede causar y garantizando que ese desarrollo de ahora no será el pesar del futuro. Nosotros creemos en el desarrollo turístico actual. Creemos que la República Dominicana debe alcanzar un desarrollo turístico que en términos de visitantes lleguen a doblar la población dominicana, como es el deseo de todos los países que se ofrecen como destino turístico.

Pero la República Dominicana debe conservarse capaz para esa recepción hotelera. Es necesaria la construcción de hoteles, muchos hoteles, más hoteles que los que ustedes imaginan. Pero deben ser construidos donde todos los visitantes no solamente reciban el mejor servicio, sino que puedan disfrutar cuando lo deseen de los beneficios por los que pagan, principalmente de sol y de playa.

Pero si tanto sol y playa solamente estará a disposición de un reducido número de turistas instalados en los hoteles ocupantes de todas nuestras playas, ahí mismo estará detenido nuestro crecimiento receptor turístico, porque si nuestra oferta es sol y playa, y el 90 por ciento de los turistas que quieran venir a la República Dominicana no los pueden tener porque las playas estarán ocupadas por hoteles, hasta ahí habrá llegado nuestro desarrollo turístico, aparte de haber sembrado en las playas la semilla de la destrucción ecológica de éstas playas donde todavía nuestra ecología costero marina estaba funcionando a plena capacidad productora.

[b]Digamos que sí a los hoteles[/b]

Creemos que es necesaria la construcción de muchos hoteles, pero donde no hagan daño y donde puedan realmente producir empleos, porque los hoteles de playa no producen tantos empleos como se dice. Los hoteles fuera de las playas sí producen muchos empleos, tanto para el servicio interior como para los servicios exteriores, como transporte terrestre, transporte marino, servicios locales, ventas de artesanías, comercio directo con negocios de las ciudades, tales como restaurantes, colmadones, colmados, fruterías, y otros lugares al que pueden acceder y gastar su dinero. El turismo «todo incluido», como el que nos quieren imponer es turismo pobre en la generación de beneficios para la población.

La construcción de hoteles en pequeñas ciudades cercanas a las costas (si se quiere) tiende a cambiar el aspecto de miseria de éstas, y eso ayuda a proyectar al país como un país realmente en desarrollo, y no como se proyecta hasta ahora, como un país definitivamente pobre, camino a mayor pobreza y rico en recursos en vías de extinción.

La posición de los ecologistas y conservacionista no entra en contradicción con los desarrollistas. Muy por el contrario, nosotros creemos y abogamos por el mayor desarrollo jamás experimentado por los dominicanos. Y creemos que el turismo puede generar parte de ese desarrollo en estos momentos, pero no será para siempre el turismo. Por lo tanto tenemos que estar abiertos a otras alternativas que garanticen que el desarrollo asume otra etapa creciente sin detrimento de los recursos que habrán permitido el crecimiento turístico. Y esos recursos son nuestras áreas protegidas.

Y esto último encuentra su mejor demostración en las Cuevas del Pomier, donde es asombro de asombros la intención de abandonar a la explotación minera la mitad de esta Reserva Antropológica, declarada por el propio Senado de la República en febrero pasado como la «Capital Prehistórica de la República Dominicana y de las Antillas», atendiendo al valor prehistórico, arqueológico y rupestre que atesoran estas cuevas.

Junto a estas cuevas no hay playas, y lejos de cualquier otra intención, se busca con su protección su conservación y utilización turística para beneficio de las comunidades adyacentes. Entonces porqué sacar la mitad de la Reserva de la protección recibida hasta ahora, protección que cuenta en estos momentos con una inversión inicial de este gobierno de 19 millones de pesos para su habilitación turística, inversión que es la primera que recibe esta sección de Borbón, en la provincia San Cristóbal, en sus 154 años de conocida internacionalmente gracias a sus cuevas.

[b]Daniel y la Ecología[/b]

Nos llamó mucho la atención la entrega hace algunas semanas de un cuadro humorístico que normalmente aparece en uno de nuestros periódicos de circulación nacional sobre un personaje de hace muchos años: Daniel el Travieso.

Este personaje ha sido por décadas la imagen del niño precoz, travieso e ingenuo por excelencia y muestra infantil del humor creado a la sombra del «american way of life». Incluso ha sido tema de una o dos películas de largo metraje.

Pues en este cuadro Daniel aparece desenvolviendo una paleta y tirando la envoltura en cualquier sitio, donde caiga, da igual que sea en el suelo de la cafetería o de la calle. Peor ejemplo no podría haber dado Daniel en cuanto al manejo de la basura.

El uso de las tiras cómicas ha sido durante toda la historia de esta forma de distracción y comunicación fuente de mucha información, a veces acertada y otras completamente errada. Nunca que conozcamos ha sido utilizada de manera ecologista o ambientalista. Más bien, ha reflejado la actitud desenfadada y despreocupada de la humanidad por el ambiente.

Lo preocupante es que las tiras cómicas son inadvertidamente guía del comportamiento de millones de niños, que ven en las actitudes de sus «héroes» la forma correcta y heroica de pasar por la vida. Ojalá y pueda surgir una corriente que, sin llegar a ser panfleto, pueda originar humor en torno a la necesidad de conservación del ambiente.

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