Lecciones iniciales de una crisis

Lecciones iniciales de una crisis

El Fondo Monetario Internacional, experto en debatir crisis aunque débil en predecirlas, inicio su serie de estudios sobre las primeras lecciones aprendidas de la crisis financiera internacional. Y lo hace desde tres ángulos: regulación, política macroeconómica y arquitectura mundial para la estabilidad.

De acuerdo a estos análisis la causa del problema estuvo en el optimismo generado por un largo periodo de crecimiento fuerte, bajas tasas de interés real y volatilidad, así como los fracasos en las políticas económicas.

Esta última la desglosa en tres aspectos:

a) La regulación existente, que no estaba preparada para las concentraciones de riesgos y los incentivos defectuosos que contribuyeron al auge de la innovación financiera. Lo inexplicable es que desde el 2006, algunos banqueros de Miami me  decían que la burbuja hipotecaria era insostenible y explotaría en cualquier momento. ¿Porque no lo veía el FMI o la FED?

b) Políticas macroeconómicas que no tuvieron en cuenta el riesgo sistémico en el sector  financiero y el mercado inmobiliario. ¿Y cómo se pudo obviar, si el riesgo sistémico ha sido una constante en todas las crisis financieras del pasado? Si el Fondo hubiera extrapolado a la banca norteamericana la experiencia dominicana en la crisis del 2003, otro gallo hubiera cantado.  Pero no hay poder para torcerle el brazo a los dueños del negocio.

c) Arquitectura mundial, donde el sistema de supervisión fragmentado impidió ver las crecientes vulnerabilidades y vínculos.  ¿Eso quiere decir que no había regulación a nivel de países que pudiera detectar a tiempo la crisis? De ninguna manera. Realmente, el problema fue que la banca de inversión, donde los capitales se multiplicaban mediante complejos mecanismos financieros para inflar la burbuja hipotecaria, no estaba regulada. Estas entidades sustituyeron a los bancos comerciales como fuente de inversión y operaron como chivo sin ley. 

La lección aprendida más importante, según los expertos, es que los incentivos defectuosos y la interrelación de los sistemas financieros modernos pueden acarrear enormes consecuencias macroeconómicas.

Lo que se propone ahora es que la regulación financiera se amplíe y se fortalezca, dotándola de suficiente información a fin de verificar los riesgos sistémicos y el control para su prevención. Que los bancos centrales deben adoptar una nueva política prudencial tomando en cuenta la fluctuación de los precios de los activos, los booms crediticios, el apalancamiento y la acumulación de riesgo sistémico. Y que debe dejarse atrás la fragmentación en compartimiento de conocimientos especializados, promoviendo mecanismos claros de alerta anticipada.

Finalmente, advierte que la reforma del Gobierno es clave en este proceso de reingeniería. Pero hay otra lección que el Fondo no menciona. La codicia corporativa. ¿Cómo es posible que en pleno rescate de instituciones financieras quebradas y donde fluía el dinero público, sus ejecutivos en retirada estuvieran extrayendo cientos de millones de dólares en bonos y beneficios personales? Eso también requiere un análisis de fondo y de muchas correcciones institucionales y normativas.

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