Luis Abinder Corona, el único dirigente de importancia que nunca he visto personal, requiere de una pausa para reflexionar, serenarse, honrar el dictamen mayoritario de sus paisanos, y reiniciar su intento de vencer en las elecciones del 2020, sin prisas, sin pausas, sin aspavientos, sin tremendismos verbales, asumiendo la humildad de los que verdaderamente son grandes.
Esta prueba comicial es muy medular para Luis, porque le concede un plazo de 48 meses para readecuarse, reformularse, identificar con perspicacia cuáles fueron sus fallas y quiénes le fallaron, de los logros, que los hubo, y la prueba es que siendo un bisoño, se alzó con el 35% de los conteos, y a decir verdad, él, en lo profundo de su conciencia, sabía que no podía más.
Un 35% es mucho, Luis debe reflexionarlo así, realizando un pequeño gran arqueo de la maquinaria poderosa que enfrentaba con un PLD granítico, mientras él provenía de un PRD fraccionado, y con un PLD en el presidente Danilo Medina con un aval apabullante de un 4% educación; un programa exitoso de Visitas Sorpresa reinvindicador de los productores agropecuarios hasta entonces sin créditos; Bono Luz y Gas, Tarjetas de Solidaridad; 911; PIB de 7%, inflación de 2.6%, turismo desbordante, y la estabilidad económica es la que endosa los procesos comiciales, y por contrario, los pierde.
Luis Abinader debe jubilar reclamos necios como el conteo manual de los votos, cuando él y todos los partidos acordaron ese y el electrónico, y reservar sus bríos para reorientar al PRM, estructurarlo poderoso, porque en Luis Abinader es que una porción no pequeña de sus paisanos entiende culminará con la dinastía del PLD.
Con mesura, propuestas convincentes, sin exabruptos, consecuente con los reclamos ciudadanos, sin perder el hilo conductual luminoso y correcto.