Lectura de un desatino

Lectura de un desatino

César Pérez

Aprobación del Código Penal sin las tres causales constituye un desatino

La aprobación del Código Penal por la Cámara de Diputados en primera lectura, sin incluir las tres causales en su plena esencia, constituye un desatino.

Lo es, porque el Gobierno y su partido, de hecho, han preferido asumir las posiciones de una parte de las direcciones y feligresía de diversas iglesias y, sin medir consecuencias, desoír la tercera parte de la totalidad de la población que apoya la interrupción de un embarazo en los casos especificados en dichas causales.

Con esa acción, se fortalece el omnipresente conservadurismo social y político que nos lastra como nación, pero también se acentúa el sentimiento de decepción en diversos sectores políticos y de la sociedad civil que apostaron al cambio, entre los que se destaca el importantísimo movimiento de las mujeres.

Nadie, dentro o fuera de este Gobierno, que realmente quiera que este país cambie debe subestimar el peligro de que se siga ancorando la decepción en la conciencia colectiva de esta sociedad.

El despropósito de los diputados que apoyaron el Código Penal sin las eximentes reclamadas, la pasividad y ambivalencia de la generalidad de los dirigentes del PRM durante el proceso que culminó en ese dislate, potencian esa decepción.

Constituyéndose así en factor para que resurjan, esta vez con mayor peligrosidad, las posiciones extremas de condena a la clase política, la antipolítica y el anti partidos, tan expandidas durante los gobiernos del PLD, y redimensionadas por el combate político/ideológico a tales posiciones que tejió la esperanza de cambio y final del reinado de ese partido.

Esta agudización de la decepción colectiva es peligrosa, porque se produce en el contexto del conservadurismo atávico en significativos estamentos de nuestra sociedad.

Un lastre que persiste en sectores militares, eclesiales, empresariales, culturales, intelectuales etc., pero también en núcleos de jóvenes profesionales que forman parte de esos sectores o vinculados a ellos, sólidamente preparados en sus profesiones y con una importante formación cultural/intelectual, que no se sentirían incómodos en un régimen anti político, elitista/clasista, con aparente manejo eficiente de lo público, pero esencialmente conservador y hasta represivo social y políticamente. Una amenaza no solo para este país sino para países con larga tradición democrática.

La mayoría de nuestros legisladores, lejos de contrapoder, se han convertido en un poder solo vinculante a sus intereses.

Eso, conjugado con el poder de grupos corporativos en determinadas esferas del Estado, exacerba el descrédito de la clase política, de la política y el deseo de muchos de gobiernos de fuerza que impondrían el “orden”.

A esa circunstancia hay que ponerle atención, pues esta sociedad no aguanta otra decepción. Contra esa perspectiva hay que batirse a fondo, pero con propuestas claras, porque a pesar del pensamiento conservador presente en las citadas instituciones y grupos sociales, en ellas hay también segmentos de todas las edades con vocación democrática.

En las esferas eclesiales existen sectores con larga tradición de prácticas en defensa de los pobres y de inclusión social, tejidas en generosa alianza con varias corrientes de izquierda, con fuerzas políticas y de la sociedad civil organizada de diversas matrices; existe, además, el movimiento de mujeres y profesionales e intelectuales de incuestionable verticalidad.

En la articulación de esos sectores para proteger y potenciar el carácter independiente de la Justicia y la vigilancia para oponerse a inaceptables abandonos de propuestas de campaña, como las tres causales, está la clave para lograr cambios sustanciales y yugular el peligro de cualquier eventual aventura autoritaria.

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