Lecturas de un paro general exitoso

Lecturas de un paro general exitoso

CÉSAR PÉREZ
El recién realizado paro general, además de exitoso, ha evidenciado un auspicioso avance político y organizativo en algunas franjas del movimiento popular y de izquierda del país. Pero, al mismo tiempo ha puesto de manifiesto el atraso y ceguera política de quienes actualmente conducen el Estado dominicano.

Entre otros indicadores, vale destacar el esfuerzo de preparación del evento para tratar de evitar errores del pasado, reduciendo el pliego de las demandas, hasta donde la cultura política y la diversidad de participantes lo hacía posible y si bien las mismas podrían ser calificadas de ser un tanto generales, esta vez se redujeron a solamente cuatro y la referida al desmonte del impuesto de la gasolina, tiene tal pertinencia para todos los sectores que además de una demanda, constituye al mismo tiempo una propuesta.

Por otra parte, como muestra de madurez, sus principales voceros fueron tajantes en plantear el carácter pacífico del paro, mostrando que se comienza a hacer conciencia de que uso y abuso indiscriminado de la violencia en las movilizaciones populares tiene un contenido reaccionario y desmovilizador. Esa práctica, como método de lucha auspiciado por un sector de la izquierda y combatido acremente por otros, ha sido uno de los principales factores que han determinado que los movimientos populares y comunitarios del país no hayan podido traducir sus acciones de protestas en más efectivas formas organizativas.

De parte del gobierno y algunos sectores políticos y empresariales, la actitud fue de satinización del paro, de intolerancia al recurso a las protestas, a los paros y huelgas como ejercicio legal de las actividades gremiales, sindicales y políticas. La respuesta fueron las amenazas y el apresamiento de decenas de militantes y dirigentes comunitarios, militarizando el país como si una guerra o insurrección se tratase, con resultados negativos para la imagen del país en el exterior.

El paro ha sido exitoso y constituye un avance del movimiento popular. Sin embargo, este no debe hacer una lectura ligera y por tanto equivocada del evento, no debe caer en la autocomplacencia y en gastar toda su energía en la preparación de otro paro.  Entre otros elementos, tiene que reflexionar sobre su fuerza real, sus debilidades, su potencialidad y sobre cómo resolver la contradicción derivada de su capacidad de ser el agente principal de un paro como recién finalizado, a pesar de su debilidad organizativa.

No todos los participantes en el paro tenían los mismos objetivos, no todos tienen la misma vocación de compromisos por objetivos colectivos, algunos tienen objetivos claramente corporativos. En tal sentido, la lucha popular debe ser orientada en todos los escenarios, y los locales tienen un potencial político de largo alcance y hacen más clara la diferenciación sustantiva.

Otra lectura posible es que, contrario a lo que el sentido común podría indicar, la encuesta sobre Cultura Política y Democracia en RD: 2006, arroja el dato de que de toda la América Latina, este país tiene el más alto porcentaje de personas que han tenido contactos con un ayuntamiento asistiendo a alguna reunión de esa institución, pero que somos de los últimos en capacidad de formular peticiones o propuestas. Esto estaría indicando un alto interés de participación política, pero una limitada capacidad de aprovechamiento objetivo de esa participación y de convertir en políticas las acciones reinvindicativas.

En casi todos los ayuntamientos de los países de esta región hay representantes de organizaciones comunitarias y de izquierda, en el nuestro, no se registra ni un solo represente de estas componentes políticas. Además, somos uno de los países, quizás el que más, de mayor cantidad de organizaciones comunitarias, lo cual estaría expresando un significativo déficit de participación real en las instituciones del Estado y eso debe llevar a la reflexión al movimiento popular sobre cómo pensar sus acciones futuras.

El movimiento debe plantearse trascender los episodios coyunturales de demandas generales que terminan en paros, como es el caso, y, sin renunciar a ellos, traducir esas acciones en un proceso de empoderamiento real en las instancias donde se toman las decisiones políticas sustantivas. Esa es la única manera de zanjar la discusión sobre si las acciones de protestas tienen resultados tangibles y si tienden fortalecer al movimiento popular o a los grupos gremiales y corporativos.

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