Leer al revés

Leer al revés

Fue monseñor Pittini, en la década de 1940, quien me indicó la importancia de leer al revés, a fin de entender lo que no se escribe y lo que no se dice. El prelado, ya muy corto de vista, me pasó el ejemplar de un periódico de la iglesia y me pidió que leyera en voz alta cualquier información de las que aparecía en la primera página.
Como siempre he sido cabeza dura, no le dije a monseñor que el periódico estaba al revés, sino que me dispuse a descifrar el texto lo cual logré con éxito. Desde entonces inicié el ejercicio de leer textos colocados mirando hacia el otro lado.
Ese ejercicio me introdujo en el difícil arte de leer paralelamente y descubrir lo que se oculta tras las palabras y los hechos.
Entender a los demás, entender y comprender las acciones y las intenciones ocultas en las más elementales situaciones, es un arte que aún no he llegado a dominar, pero insisto.
Para eso intento colocarme en la posición del otro, en la posición del contrario, en una palabra: leer al revés.
Si genio y figura hasta la sepultura, este gobierno tiene más de un trompo embollado para sumergir, ocultar, esconder la verdad en lo que se refiere a casos de corrupción o denuncias de corrupción.
¿Acaso les cambiaron la cabeza y el cerebro a los compañeros que entraron al gobierno en carro público y antes del año se desplazaban en yipetas de lujo, cenaban en restaurantes a los que antes tenían prohibida la entrada por carecer de fondos para pagar el consumo, que decidieron mudarse apresuradamente porque sus viviendas desdecían de su calidad de altos funcionarios, en camino de enriquecerse al vapor?
El tiempo ha demostrado, desde su acceso al poder, que muchos compañeros, deslumbrados ante el brillo del oro corruptor, introdujeron las manos, los brazos, las piernas los pies, en el cenagoso campo de la ignominia, que puede llenar los bolsillos de dinero, pero empuerca y conduce al campo de la desvergüenza.
Pero no vale, no importa lo que se escriba, lo que se proteste, lo que diga el lenguaje de los puños cerradas, los rostros crispados por la impotencia, ellos seguirán imperturbables, sabedores de que mientras estén en el poder, mientras gobiernen, continuará el irrespeto y la burla contra la sociedad.
Mientras esta gente esté en el poder no habrá justicia, para eso lo amarraron todo: Congreso Nacional y Tribunales Superiores.
Decía el Libertador Simón Bolívar “el talento sin probidad es un azote” y agregaba las debilidades de la institucionalidad al señalar que lo importante no es la institución sino los hombres que las manejan.
Derrotar la dictablanda que padecemos sólo es posible con una gran unidad. ¡Adelante!

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