Legalidad y comercio en la frontera

Legalidad y comercio en la frontera

HAROLDO DILLA ALFONSO
En estos días circula por el país una carta pública de la flamante Cámara de Comercio Domínico/Haitiana. La carta  escueta pero sustanciosa  insta a las autoridades de República Dominicana y Haití a negociar en serio el asunto del comercio binacional para establecer reglas claras y un marco aceptable de previsibilidad.

 El motivo es una serie de arbitrariedades de la aduana haitiana contra los productos industriales dominicanos o reexportados por este país, principalmente por el puerto de Dajabón. Estas acciones, según la Cámara, son alentadas por grupos importadores de Puerto Príncipe, que pretenden por vía administrativa mantener el monopolio de las importaciones. No es la primera vez que sucede. El año pasado, por ejemplo, fue obstaculizado el paso de Jimaní lo que provocó una seria disminución del tráfico en este punto.

Y también sucede del lado de acá. Hay autoridades dominicanas  civiles y militares  que tienen como hobby predilecto cerrar el mercado y lo hacen por razones tan diversas como pueden ser una fecha patria, un tornado o la detección de un camión lleno de mercancías ilegales en algún lugar de la frontera. Sin mencionar ahora el macuteo y las arbitrariedades de todo tipo que se cometen contra los pequeños comerciantes haitianos y dominicanos.

En esencia, se trata de un problema que ocurre a ambos lados y denota un vacío legal e institucional muchas veces denunciado y que ahora retoma la Cámara de Comercio.

Es un problema complejo si tenemos en cuenta que hace ya mucho tiempo el comercio binacional dejó de ser una simple actividad informal de sobrevivencia. En el 2006, República Dominicana exportó a Haití una cantidad cercana a los 200 millones de dólares (exportaciones nacionales formales, informales y de zonas francas) y debe haber importado unos 60 millones (reexportaciones, ropas usadas y productos agrícolas); al mismo tiempo que se produjeron unas 400 operaciones de tránsito de mercancías hacia Haití que entraron por puertos dominicanos.

Esto coloca a Haití en una posición muy importante como socio comercial, entre un segundo y un tercer lugar. Pero al mismo tiempo, en un socio muy especial dado que se trata de un mercado muy poco exigente que consume productos dominicanos que no podrían ser exportados a ningún otro país, e incluso que  por sus bajas calidades  no serían consumidos en el propio mercado dominicano.

Creo que todos los habitantes de la frontera, los productores de tayota de Constanza y Jarabacoa, los de huevos de Moca, los de arroz del nordeste y los de plátano de Tamayo, entre otros, saben de qué hablo cuando menciono la relevancia de este comercio.

A pesar de ello, y de que tanto la vida actual como el desarrollo futuro de la frontera depende de este comercio, es una actividad que permanece atada a legislaciones trujillistas de cuando la frontera era un valladar cerrado a todo contacto. No hay una ley que regule esta actividad, ni acuerdos binacionales consistentes, ni reglamentos específicos.

Hay que pensar seriamente en lo que afirman la Cámara de Comercio y otra cantidad de prestigiosas organizaciones fronterizas, incluyendo los tres ayuntamientos más grandes de la franja.

Es imprescindible impulsar la modernización legal e institucional del comercio binacional y fronterizo. Hay que definir las modalidades fiscales, los controles sanitarios, las políticas de incentivos, el lugar de las instituciones (incluyendo a los gobiernos locales) y los mecanismos de compensación mutua y de concertación. Y condensar todo en un acuerdo binacional.

Y entonces habremos dado un primer paso para el desarrollo de esta zona, hoy empobrecida y en proceso de despoblamiento.

¿Cuándo empezamos?.

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