Legislemos por el derecho a la vida

Legislemos por el derecho a la vida

La influencia del dogma, que en algunos estratos sociales infunde más temor que respeto, se anota un tanto al perimir el proyecto de Código Penal sin que se acogieran las pertinentes observaciones del Poder Ejecutivo en favor de permitir la interrupción del embarazo en circunstancias muy especiales. De nuevo el peso de esa influencia golpea el derecho de la mujer a proteger la vida y la dignidad, cuando el embarazo ponga en riesgo su existencia o haya sido el fruto de violación, insesto o inviabilidad de la criatura.
Un Estado no puede regir sus decisiones en base a premisas que contradigan los principios de protección social, entre los cuales el derecho a la vida es de primerísimo orden. Sería una aberración mayúscula que sea precisamente una norma del Estado la que condene a una mujer a morir cuando el embarazo ponga en riesgo su vida o a tener un fruto originado por una ofensa grave a su dignidad.
Ahora entramos en una pausa en cuanto al proyecto de Código Penal. Debe ser tiempo propicio para despejar el conservadurismo en aquellas mentes que se aferran a posiciones contrarias al derecho a la vida, privilegiando cuestiones de fe sobre el rigor científico y la protección social que todo Estado de derecho debe sostener contra viento y marea. Legislemos por el derecho a la vida, no en su contra.

El pulso de la inseguridad

El número de policías activos asesinados en lo que va de año es un indicador tenebroso de los altos niveles de inseguridad que afectan al país. Los casos más recientes son los del teniente Johnny Arias Cabrera y el sargento Félix Daniel de Óleo Paredes, ambos muertos a quemarropa en San José de Ocoa, cuando intentaron revisar un vehículo cuyos ocupantes resultaban sospechosos. La lista de policías muertos incluye a agentes en pleno cumplimiento de sus deberes y los atacantes han actuado de manera desafiante, incluso frente a destacamentos.
Mientras el crimen organizado muestra sus destrezas, las autoridades se desvelan cotejando estadísticas y descalificando lo que suelen definir como percepciones de la gente o campañas de descrédito de sectores interesados. Vamos de mal en peor.

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