Lenguaje y evolución

<p>Lenguaje y evolución</p>

ATAHUALPA SOÑÉ M.
Cuando nos referimos al concepto de lenguaje, de inmediato pensamos en medio de comunicación. Esto resulta enteramente correcto, pero encuentra muchas formas de interpretaciones, porque la comunicación como tal resulta bastante amplia y yo diría que trasciende al lenguaje mismo.

Cada lenguaje tiene una gramática, un conjunto de reglas dirigidas a especificar sus componentes básicos, es decir el sonido el significado y la estructura.

La Psicología tiende a ocuparse de muchas maneras en las habilidades de la lingüística, resultando este terreno ampliamente difícil, puesto que los aprestos de la misma en cada sujeto adquiere una verdadera connotación particular. Esto así porque los niños en sus inicios como parlantes no nos ofrecen una estructura del lenguaje propiamente dicho sino más bien de aquello que llamamos “comunicación”.

Si nos interesa conocer o analizar las habilidades lingüísticas humanas, la mejor manera es dirigirse hacia la génesis del lenguaje entre los niños pequeños.

Debemos precisar, que antes del niño pronunciar su primera palabra, éste ha recibido un verdadero bombardeo de elementos gramaticales que le circundan; sin embargo la primera palabra dicha y expresa por el niño constituye un verdadero impacto.

Tan pronto se produce esta manifestación damos paso al criterio de que el niño ha aprendido, por lo que prácticamente establecemos una estructura entre lingüística y genes, hasta el punto que parecería como si la forma de la estructura básica de un sistema de lingüística tuviera una especie de programación dentro de los genes, es decir, como si hubiésemos nacidos con mecanismos innatos de adquisición del lenguaje.

Para ser un poco más ilustrativo diríamos que por ejemplo: un niño recién nacido de sólo un día mueve su cuerpo, pero sus movimientos podrían asociarse al ritmo de las palabras que oye a su alrededor. Un bebé de tres días de nacido es capaz de distinguir la voz de su madre dentro de la de otros extraños. Ya al mes de edad logra distinguir sonidos enteramente diferenciales entre “daf” o “paf”.

Al entender que las criaturas no son adultos en miniatura, su lenguaje dista mucho de ser una versión resumida o simplificada del lenguaje adulto.

El lenguaje o habla de la edad temprana, posee un verdadero carácter, con sus propias reglas, aunque las mismas cambien con el tiempo. Justamente cambian con el tiempo, ese tiempo que no está dado ni ofertado cronométricamente, sino más bien por las cosas que circundan al pequeño sujeto en cada una de sus etapas, por lo que habrá entenderse que todas las etapas por las que pasa el niño son importantes.

Los pequeños hablan alemán, ruso, inglés, finlandés, samoano, español, en fin cualquier idioma o lengua, y sin embargo, muestran patrones parecidos. Cabría preguntarse: ¿Cómo llegan los niños pequeños a formar su lenguaje?. Lo que ocurre es lo siguiente: simplifican, sobregeneralizan, exageran las generalidades y entienden relaciones gramaticales que no pueden expresar.

No existe diferencia alguna entre aprender un lenguaje y cualquier otra cosa. Todo aprendizaje implica la inclusión de esfuerzo y éste sirve de refuerzo a su vez. Implica de igual modo discriminación y luego la generalización. La mayoría de los padres enseñan la producción del habla a sus hijos reforzando aquellos sonidos que se asemejan a los del habla adulta.

Después de producirse una relación y permanencia con los conceptos o “material” del lenguaje, los niños aprenden a generalizar y abstraer a partir de los sonidos reforzados y finalmente habrán de producir un lenguaje eficaz. Cabe señalar un detalle; los bebés educados en casa balbucean más que los educados en inclusas e instituciones. Consideramos que esto     se debe a que en casa se hace más caso del bebé y hay más refuerzos; además que los padres normalmente no son asiduos correctores de la gramática de sus bebés.

Merece importancia señalar que el aprendizaje social es un elemento dinamizador, que acentúa la importancia observativa y la imitación. Más bien, los niños oyen hablar a sus padres, imitan lo que dicen, son reforzados en su conducta y aprenden de esta forma el lenguaje.

En los años 70 hubo una gran conmoción en los círculos lingüísticos, gracias a Washoe, Sarah y Nin. Estas celebridades son chimpancés que habían aprendido a comunicar información por medios como del lenguaje de signos y movimientos con las manos como los utilizados por los sordos; movilización de fichas plásticas de colores diferentes, lo que parecía haber superado la imposibilidad de enseñar a hablar a los monos por su inadecuado aparato vocal.

Sin embargo, las críticas a estos proyectos afirman que las actuaciones de los monos no demuestran una habilidad para aprender un lenguaje como nosotros lo definimos. Todo parece centrarse en el hecho de que, aunque los monos pueden aprender a utilizar símbolos significativos, pueden generalizarlos para utilizarlos en otras situaciones y puedan comunicarse de algún modo con los seres humanos, pues no aprenden el aspecto creativo del lenguaje, que incluye el saber utilizar las reglas para crear un número infinito de nuevas expresiones y frase complejas.

Hasta el presente, ningún primate ha demostrado tipo alguno de producción creativa y compleja que constituyen parte de un lenguaje maduro. Hay que admitir que ningunos de los monos ha contado con los años o intensidad de entrenamiento lingüístico tal como lo reciben los niños, antes de que sean capaces de hablar y de entender un lenguaje.

Si fuera posible dar este tipo de entrenamiento, se llegaría a otro tipo de conclusión, pero hasta donde se sabe, los chimpancés se vuelven difíciles y peligrosos cuando van creciendo, en tanto al ser humano se le va despojando de dificultades y agresividad, cuando va creciendo.

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