Lengua/regulación/arbitrariedad

Lengua/regulación/arbitrariedad

 RAFAEL GONZÁLEZ TIRADO
A Frances Rodríguez, ponderación inquietud y entusiasmo

El lenguaje no es un asunto de lógica. Por eso se reconoce como un sistema arbitrario de sonidos significativos. Son los hablantes los que eligen las formas de ese sistema y dan una aplicación para intercambiar, interactuar.

La expresión cient/o/ quince person/as/ está basada en el uso, no en formulaciones gramaticales. Luego eso es un caso de aplicación.

Cuando digo «un vaso de agua», mi interlocutor y yo nos entendemos totalmente, sin pensar si el vaso está hecho de agua, sino que pensamos en el contenido que hay en el recipiente. El vaso será de vidrio, de aluminio, de plástico, etc.

Decimos Los Mina: /los/ plural, /Mina/ singular, por alguna razón del uso que se ha dado dentro del proceso histórico a la frase «Negros procedentes de la región del África llamada Mina», que fueron asentados en aquel lugar de la parte oriental de la capital dominicana.

La simplificación, apoyada en la ley del menor esfuerzo, ha culminado en un breve sintagma: Lo/s/ Mina, que nos permite entendernos, con o sin gramática rig/o/rosa. Y he escrito – aquí  acabo de escribir –  la forma adjetiva como debería derivarse de /rigor/. Otro fenómeno del lenguaje.

De ordinario, hacemos el plural al final de las palabras: nieves, almas, encuentros, desvergonzados, sacacorchos, limpiabases, cumpleaños.

Sin embargo, se dice: hijodalgo (singular), pero hijo/s/ /dalgo/s/, con /s/ (plural) en cada uno de los componentes, inclusive a lo interno de la construcción.

Y otro sin embargo: Se pronuncia y se escribe cual/es/quiera, con la forma /es/ del plural a lo interno del compuesto, es decir, al concluir el relativo cual, pero no uso /s/ ni /n/ al final del verbo quiera, que marcarían una u otra el final de la palabra.

Aprendemos a contar: ciento uno, ciento dos, ciento tres… y solemos aplicarlo, en principio o en general, a multitud de conteos.

Si decimos: «Mira a ver cuántos lápices hay», no decimos ochent/o/ y tres. Hay un uso (costumbre, adopción) que se nos impone. Y eso hace una norma, que se aplica por épocas, a veces largas.

No obstante, se dice doscientas cinco páginas.

En este orden, cada caso tendría su aplicación.

Se impondrá según lo que influya en la mente del hablante: Si pienso en el numeral cien ciento, dando primacía al uso, diría ciento quince personas; si se piensa en las cosas nombradas, podría decir: cienta veintitrés páginas.

Ninguno de los casos está condenado gramaticalmente. La oportunidad le dirá al hablante cómo emplearlo. Su buen gusto y la mejor presentación de la frase le guiará para el acierto, o el desconcierto, si fallan las condiciones favorables.

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