Lentejas faraónicas

Lentejas faraónicas

POR CAIUS APICIUS
MADRID, EFE.-
Pese a sus muy apreciables valores alimenticios, hay que reconocer que las lentejas no han tenido nunca lo que hoy llamamos ‘buena prensa’… aunque el hombre las ha comido desde tiempos muy antiguos; sabemos que las lentejas, con las cebollas, el pan y la cerveza, eran la base de la dieta de los constructores de las pirámides.

O, al menos, así lo dejó escrito Herodoto, el llamado por Cicerón ‘padre de la Historia’, que afirmó haber leído en una inscripción en la base de la Gran Pirámide (la de Keops) las cantidades de esos alimentos que se consumieron durante su construcción. La tal inscripción desapareció hace milenios.

Las lentejas fueron siempre alimento de las clases populares europeas. Tal vez esa poca estima en la que tanta gente las tiene responda a algo grabado en el subconsciente colectivo: durante las grandes hambrunas de la Europa medieval, las legumbres secas eran casi lo único que se podía comer, de modo que asociar lentejas con épocas de hambre fue bastante lógico.

A mí, lo reconozco, me gustan las lentejas. Desde ‘viudas’, es decir, hechas en un caldito de verduras y sin elementos cárnicos, hasta con sus acompañantes más habituales, generalmente porcinos: chorizo, un poco de tocino, unos taquitos de jamón… Cuando yo era niño, había que seleccionar las lentejas casi una por una, para eliminar ‘compañías’ indeseables, como piedrecitas o insectos en todas las fases de su desarrollo. Ya no.

Volvamos a los antiguos egipcios. Sabemos, también, porque se puede ver en las pirámides de Sakkara, más antiguas que la de Keops, cómo los egipcios cebaban ocas. De la ceba de ocas sale, como sin duda saben ustedes, eso que hoy llamamos foie-gras, cosa que, al revés que las lentejas, está considerado una de las mayores exquisiteces de la gastronomía mundial.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas