Leonel, el estadista de la paz

Leonel, el estadista de la paz

VIRGILIO ALVAREZ BONILLA
La cumbre del grupo de Río sesionó en Santo Domingo, dentro de una expectativa y tensión diplomática muy peligrosa. El problema fronterizo entre tres países de la región había creado un conflicto de tal magnitud, que puso en juego la estabilidad misma de toda América Latina.

En ese escenario tan tenso se iniciaron los trabajos del Grupo de Río en la primada capital del Nuevo Mundo. Las especulaciones y rumores de que los principales actores del conflicto regional no asistirían a la Cumbre, hizo aumentar las sospechas de que aquella reunión estaría destinada al fracaso o sería otra de las reuniones protocolares, donde mucho se habla y poco se decide. Sin embargo, la gestión diplomática dominicana se puso nueva vez a prueba. El primer éxito de los muchos que habrían de venir en esta reunión, se logró cuando casi la totalidad de los Jefes de Estado miembros del Grupo de Río hicieron acto de presencia, y de este modo se compuso el brillante escenario que ofrecería a la República Dominicana y al Presidente Fernández la oportunidad de servir de exitoso mediador para la solución de una conflicto que parecía insalvable.

Los que conocemos la trayectoria del presidente Leonel Fernández sabemos de las cualidades que le adornan, de su vocación de servicio y su capacidad a toda prueba eficiente para crear las condiciones apropiadas para dirigir un cónclave de esta naturaleza. Tiene el presidente Fernández otras ventajas que le hacen un mediador eficiente, el respeto bien ganado frente a sus colegas. El Grupo de Río desde ya tiene un antes y después; Santo Domingo calificada por el presidente de México, Felipe Calderón, como la “capital de la paz”, marca la diferencia de lo que será ese organismo hemisférico en el futuro.

Los dominicanos, orgullosos, presenciamos un acontecimiento que pocas veces podrá repetirse. El destino nos puso en el camino de la concordia y de la fraternidad, con ese mismo orgullo vimos actuar a un estadista reconocido, cuya dimensión traspasa nuestras fronteras y le convierte en el emisario de una paz que esperamos sea duradera para beneficio de todos los que vivimos en esta América mestiza.

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