Leonel: el hombre del “destino”

<p>Leonel: el hombre del “destino”</p>

REYNALDO R. ESPINAL
La mejor biografía que conozco sobre Joaquín Balaguer, hasta el presente, se debe a la pluma del admirado amigo,- el refinado diplomático y escritor,- Aliro Paulino Hijo. Sin menoscabar los méritos de los trabajos de Ramírez Morillo al respecto-, la obra de Aliro es y será fuente nutricia, por los datos y documentos que contiene, sin la cual será menos que imposible estudiar la vida y el pensamiento Balaguerista con apego y fidelidad a los hechos históricos.

Cabe decir, sólo para satisfacer bibliográficas curiosidades, que la obra de Aliro está hace tiempo agotada y únicamente la ingratitud y mezquindad-, qué es por demás hierba abundante en nuestro suelo-, puede explicar que al cumplirse el Centenario del nacimiento de Balaguer, ningún millonario, de los muchos que el viejo caudillo contribuyera a forjar, se animara-, aún ya fuese para fingir de mecenas-, a financiar su reedición.

Viene a cuento este preámbulo, por que el título que escogió Aliro para su obra no podía ser más atinado: “Balaguer: El Hombre del Destino”. La visión de la vida, de la historia y de la política en Joaquín Balaguer resulta del todo incomprensible si no se intenta aquilatar el peso que el avezado político otorgó durante su dilatado periplo existencial a esta dimensión consubstancial a la cosmovisión griega del mundo y del ser humano.

Balaguer, apasionado estudioso de los clásicos, creía en aquello que los griegos llamaban el “hado”, constante que aparece, por demás, en todas sus tragedias, desde Esquilo hasta Sófocles. Según esta concepción nadie puede escapar a su “destino”, a su “hado”, a ese sino inexorable que se impone sobre su vida como una fuerza incontrolable, ante la cual el ser humano no es más que un simple instrumento, un pequeño juguete sujeto a la fluctuación de las circunstancias y al humor cambiante de los dioses.

De tal manera que según esta visión, queda menoscabada la libertad y la responsabilidad humana. Somos, no lo que queremos y podemos ser, sino aquello que los dioses quieran

y “el destino” quieren que seamos. No somos más que objetos fluctuantes sujetos a la tiranía de leyes predeterminadas.

Desde el punto de vista de la acción política, esta concepción no es inocente, pues si un gobernante afirma que sus acciones dependen del “destino”, no tiene por qué rendirle cuenta a sus ciudadanos ni justificar en base a la razón sus acciones. La explicación causal de lo que hace es  una fuerza que él no controla.

Todo lo antes dicho me sirve de soporte para sostener la tesis de que el principal heredero de la visión política y del discurso de Joaquín Balaguer es el actual Presidente de la República doctor Leonel Fernández Reyna.

Con motivo de su cumpleaños, y como anticipada excusa, de su inminente disposición a aceptar el enorme “sacrificio” de la reelección, el Ciudadano Presidente, cual Balaguer redivivo, al ser cuestionado por los periodistas, tuvo a bien utilizar expresiones como las siguientes: “…el destino me ha llevado a la posición en la que estoy…” o “…yo nunca he aspirado a ningún cargo…”

Parece mentira cómo en el discurso político dominicano, y sobre todo en boca de quien no debería estar, es más actual que nunca el estilo argumentativo de Joaquín Balaguer. ¿Un

signo más que evidente de nuestra involución política, del anquilosamiento de nuestras ideas, o un soberano reconocimiento de que finalmente el astuto político tenía razón al considerarse, cual déspota ilustrado, por encima del bien y del mal?

No nos llamemos a engaño, sin embargo. Lo del “destino”, en el caso de Leonel, no es más que un verbal artificio retórico, bajo el entendido de que si vuelve a reelegirse es porque los dioses así lo quieren, decisión, cabe decir, que para los dioses leonelistas no va a resultar fácil bajo el entendido de que,- hasta donde es posible saber a los pobres mortales sobre tan graves asuntos,- el cielo parece estar dividido, pues, según se sabe, otro dioses quieren que sea Danilo.

¡Qué vivo está Balaguer en el discurso y en la práctica Leonelista y Peledeísta! Leonel es ahora, muerto Balaguer, su reencarnación. Un nuevo instrumento de las veleidades del destino. Y como está vedado a los humanos cuestionar el soberano designio de esta fuerza implacable y caprichosa, sólo cabe en esta hora una queja silente: ¡pobre Bosch!

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