Leonel, ética para oxear

Leonel, ética para oxear

JUAN D. COTES MORALES
El presidente Leonel Fernández pone a prueba, una vez más, la calidad del silex humano que posee para crear una Comisión de Etica bajo la responsabilidad del doctor José Joaquín Bidó Medina, uno de los hombres más cultos, ecuánimes, ponderados y juiciosos del Partido de la Liberación Dominicana, que ejerce funciones de Secretario de Estado y Asesor del doctor Fernández.

Acierta la hybris del presidente Fernández al crear dicha Comisión porque nos permite identificar su pensamiento para definir la Etica como teoría o ciencia del comportamiento moral de todos los hombres y mujeres e instituciones de la sociedad dominicana y definir sus acciones y propósitos gubernamentales. Es decir, nos permite entrar en contacto con la ciencia de una forma específica de la conducta humana para añudar los cabos sueltos de todas las equivalencias prohibitivas, inmorales, licenciosas y permisivas, de gobiernos y funcionarios distintos.

En su anterior mandato gubernamental (1996-2000), hubo pretermisión en quienes se hicieron cargo y dirigieron la denominada Comisión para la Moralidad Pública y contra la Corrupción que llegó a actuar conjuntamente con el Departamento para la Prevención de la Corrupción, mejor conocido como el Depreco (instancia dependiente de la Procuraduría General de la República, puesta en berlina por acusadores e imputados).

Según el distinguido profesor Adolfo Sánchez Vásquez, quien durante largos años tuvo a su cargo, en la Universidad Nacional Autónoma de México, la enseñanza de la Etica: «la Etica es teoría, investigación o explicación de un tipo de experiencia humana o forma de comportamiento de los hombres. El ético se convierte en una especie de legislador del comportamiento moral de los individuos o de la comunidad. Pero la tarea fundamental de la Etica es la de toda teoría, o sea, explicar, esclarecer o investigar una realidad dada produciendo los conceptos correspondientes».

A la Etica se la denomina también «doctrina de la virtud». Sin embargo, la palabra «virtud» no expresa exactamente la bondad moral y significa, más bien, una fortaleza de ánimo en el dominio de uno mismo relativo a la intención moral.

La ciencia de las costumbres no es todavía una doctrina de la virtud y la virtud tampoco supone automáticamente moralidad. Como el profesor Enmanuel Kant, no encontró ninguna otra palabra para designar a la moralidad, echó mano a la «eticidad» (Sittlickkeit), ya que no podemos utilizar «virtud».

En diferentes épocas han existido movimientos propugnando por la moral y por la moralidad pública que desgraciadamente se han desteñido y caído en el fango de las contestaciones convirtiendo esos nobles y bellos conceptos y propósitos en una simple moralina.

Naturalmente, como sostiene Kant la Etica puede proporcionar leyes de la moralidad que sean indulgentes y estén orientadas a la flaqueza de la naturaleza humana. Estas pueden adecuarse al hombre, no pidiendo sino aquello que el hombre pueda realizar. Pero también pueden ser estrictas y exigir la máxima moralidad y perfección. La ley moral ha de ser estricta y enunciar las condiciones de la legitimidad. El hombre puede no llevarlo a cabo, pero la ley no puede ser indulgente y acomodarse a la debilidad humana. La Etica indulgente supone la ruina de la perfección moral del hombre. La ley moral tiene que ser pura y quienes la conciban como indulgente no son más que unos filisteos latitudinarios.

Es evidente que el presidente Leonel Fernández está oxeando a su gente, a sus amigos, a sus aliados y a mucha gente extraña que luce cada día más simpática.

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