POR DONALD ROWLAND
Entre todas las diferencias y disparidades de criterios que han adornado el escenario de la política, la justicia y el mundo de la economía en los últimos tiempos ninguna ha impactado más que el match suscitado entre el Presidente Leonel Fernández y sus críticas a la forma en que se manejan las empresas y los empresarios dominicanos y la consecuente respuesta dada por Elena Villeya de Paliza en su calidad de presidenta del Consejo que agrupa a este sector productivo de la Nación.
El inusual choque de opiniones se manifiesta en un entorno dominado por la visión cada vez más global del Primer Mandatario acerca del manejo integral de las gestiones que deben llevar a cabo los líderes de la política y del empresariado en el campo social para beneficiar a los sectores menos favorecidos, principalmente en los países del llamado tercer mundo.
La crítica del Presidente se da, evidentemente, en el contexto de un evento mundial denominado Foro Internacional de Líderes Empresariales (International Business Leaders Forum (IBLF) llevado a cabo en Inglaterra en el mismo momento en que el Presidente Fernández expone sus ideas sobre el particular.
La coincidencia no es casual si tomamos en cuenta que la preocupación fundamental de los participantes en este foro se dirige a enfatizar que los Planes y objetivos propuestos por las Naciones Unidas para reducir la pobreza global, tal como los Objetivos de Desarrollo del Milenio, podrían estar en riesgo a menos que las empresas se involucren más en la lucha contra la pobreza.
La declaración dada por Robert Davis, principal ejecutivo del Foro, deja poco a la imaginación cuando afirma que mientras los gobiernos debaten los retos para enfrentar las metas de desarrollo globales, tales como los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de las Naciones Unidas, sus logros se mantienen irreales a menos que los negocios de todos los tamaños se comprometan totalmente en aportar sus técnicas, recursos y poder económico para el desarrollo en sociedad, con las ONGs y los gobiernos.
La motivación para la crítica a los empresarios en el ámbito local se refuerza cuando desde el Foro Internacional de Líderes Empresariales se levantan voces afirmando que sus experiencias le indican que el rol de las empresas en el desarrollo es crítico, y las mejores sociedades permiten a las empresas jugar un papel práctico en la creación de mercados, proveer trabajo para la gente local, elevar los estándares de negocios y contribuir a la educación y al desarrollo humanos.
Si bien la respuesta dada por Elena Villeya de Paliza a los planeamientos del Presidente de la República es comprensible, no es menos cierto que reflejan un desconocimiento de las verdaderas intenciones del Primer Mandatario, así como del papel que debe jugar el empresariado en las nuevas corrientes globales de Gobernabilidad que vienen perfilando el manejo de los Estados en los momentos actuales.
Múltiples son las razones para evidenciar que la función de la empresa como tal no puede limitarse a la simple tarea de crear empleos, cuando la más elemental de las definiciones señala que la Responsabilidad Social Corporativa es el continuo compromiso de la Empresa de mantener un comportamiento ético y contribuir al desarrollo económico, al tiempo de promover la calidad de vida de sus trabajadores y sus familiares así como de la comunidad local y la sociedad en sentido general.
El tema se torna un poco escabroso para el Gobernante cuando entra en el terreno de las comparaciones éticas entre los políticos y los empresarios (con una poco cautelosa generalización) en razón de que su posición como líder y dirigente también de un partido político podría ser percibida por el público como asociada al adagio que reza el burro diciéndole al conejo orejudo, y se entiende que en ese caso lo único que podría determinarse es cuál de los dos tiene las orejas más largas.