Leonel, Haití y la advertencia de Pelegrín

Leonel, Haití y la advertencia de Pelegrín

Zygmunt Bauman, en una serie de trabajos de gran penetración sociológica, describe los mecanismos cómo los países desarrollados nos convierten en sus “basureros”, en lugares para manejar los “excedentes” del mercado laboral globalizado, que son precisamente gentes como los haitianos pobres, que no califican para ningún mercado laboral del mundo moderno, y que tienen que acudir a un  sector informal que no posee una capacidad ilimitada de asimilar a estos “desechados”. Por ello, “esa gente” (los migrantes haitianos y de otros países del tercer mundo) no tienen lugar a dónde ir, especialmente porque en el planeta ya no quedan “espacios vacíos”, tierra de nadie en donde meterlos.

Ni siquiera en las inmensidades amazónicas o del Orinoco, porque la globalización, la civilización, representada en sus agencias de Green Peace, Animal Life, Human Wrights y demás, también reclaman la pureza e integridad de esos “pulmones de la humanidad”, santuarios de floras, faunas y culturas aborígenes.

Por ello sobornan, extorsionan, persuaden a nuestros gobiernos para que retengamos a los descartados aquí. Leonel, en tanto el Presidente de la República estaría asumiendo formalmente el rol que esos países han estado imponiéndonos.

Con el agravante de que si se asume el rol publica, expresa o tácitamente, se crea (se refuerza) un sistema de expectativas de parte del resto de los países de la región y del mundo, en base al cual nos medirán y nos pedirán cuenta, que es lo que de muchas maneras ya ha estado ocurriendo; puesto que nosotros somos ante determinados públicos sus explotadores, sus despiadados e irresponsables patronos, que nos subvencionamos con lo que dejamos de pagarles, “pseudo blanquitos”, cuyo Jefe, Trujillo, los diezmó y los maltrató,  y los sometemos a las inclemencias de los ingenios azucareros.

La actitud y el rol asumidos por el Presidente dominicano estarían oficializando, validando ese sistema de “prejuicios-rol-status- expectativas”, frente a la comunidad internacional.

Haití es muy deficiente en cuanto a estructuras locales para recibir, distribuir y asimilar la ayuda internacional.

Al contrario, como ha pasado en países de y Asia y África (aquí también), la ayuda para desastres es objeto de malversación y pillaje. Incluso, las estructuras que se han formado con actores institucionales e informales extranjeros, persiguen frecuentemente intereses propios, y suelen ser vistos como intrusos e interventores por las autoridades y los poderes establecidos de Haití; por lo cual, es probable que la canalización de la ayuda tenga  dificultades, ya provenga de USA, de Europa, acaso peores, si fuere de Dominicana.

La preocupación de Pelegrín Castillo debe ser objeto de discusión. El problema no debe asumirse con ánimo olímpico, ni como nuevo galardón en la carrera del mentado liderazgo internacional del Presidente.

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