Leonel: mitad político, mitad intelectual

Leonel: mitad político, mitad intelectual

El primer mandatario habla de las grandes teorías del Estado post-moderno, pero, ¿qué estudios él ha realizado para ser un verdadero conocedor del Estado dominicano? No era un político en la década de los 80-90 y nunca fue un intelectual del tipo Juan Bosch o Balaguer. Su debut en el teatro de operaciones de la política es más bien desconocido, pero sí criticado.

Como intelectual no ha sabido defender la corrupción de su gobierno (un problema más importatne que sus planes de desarrollo), ni las agencias de educación (la Biblioteca Nacional, el Mueso del Hombre Dominicano, la Plaza de la Cultura, pueden servir de ejemplo) y eso explica si debemos considerarlo un intelectual orgánico, asunto éste que no tiene referencia, pues, no ha escrito nada que pueda ser leído, en una tienda, al menos. Un intelectual de verdad comprende los fenómenos de la nación en la dimensión histórica; no es suficiente el discurso con carácter político o la apoliticidad, a veces sin sentido ideológico. Su tesis de abogado sobre el Delito de Prensa no se convirtió en una fuente para las futuras generaciones, porque el mandatario no sabe historia de la nación, y eso caracteriza sus actuales discursos distantes de nuestra realidad social y política. 

Siguiendo las líneas de pensamiento del orador en que se ha convertido el Presidente, no escapa ninguna lectura relativa al poder, a la apología de tantos problemas cruciales, como la democracia, el liberalismo, la administración pública, pero hay problemas mejor entendidos entre poder y Derecho, entre el punto de vista que se tiene y la perspectiva social. 

La relación entre Estado y Sociedad Civil forman complejidades que manifiestan una alta  autonomía para el primero, pero mantiene una situación de sub-desarrollo y dependencia para el segundo, siendo la diferencia el rol del Presidente y su nivel de compromisos con los asuntos del Estado.

El Presidente Leonel Fernández no sabe cuándo utilizar el contexto de la palabra corrupción. Su último discurso a la nación enfrenta dificultades internas y externas de la legitimidad con respecto a la criminalidad política que están cometiendo sus acólitos. Los ministros del gobierno entendieron en las palabras del mandatario, riquezas. Si fuera más intelectual el Presidente, en su discurso sería más claro en lo jurídico y menos ilegal respecto de la corrupción que nos afecta, de la cual ni siquiera hizo mención. 

Las citas de los intelectuales son posibles adivinarlas, cuando en verdad lo son. Gramsci advirtió del peligro de creer que el Estado es todo y la sociedad civil es una relación “primitiva y gelatinosa”, y que un gobernante pueda permitir que un funcionario pueda afectar tanto al gobierno, aún sin tener cualidad o capacidad para las funciones que tiene que realizar.

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