Luis Scheker Ortiz
Se va en la primera vuelta. Es lo que se percibe de acuerdo con la intención del votante recogida en la encuesta Gallup–HOY del mes de febrero.

Refuerza el análisis histórico de Bernardo Vega. Es  difícil remontar una  ventaja de más de 10 puntos en lo que resta de campaña. Más difícil aún con las características de sus oponentes principales, carentes de carisma y de un discurso renovador confiable.

Leonel se va, probablemente en la primera vuelta. Corrió por el centro en la anchurosa avenida del populismo político clientelar, y sacó ventaja. No corrió solo; pero contó con los enormes recursos del Estado que le da su condición de candidato presidente en un país eminentemente presidencialista.

Leonel se va, presumiblemente en la primera vuelta, y será su triunfo un gran revés para la democracia representativa, mellada por la reforma constitucional del 2002, que le permitió volver y quedarse  “por una sola vez”. Por una vez más.

Yo no voté por Hipólito, candidato presidente; tampoco lo haré por Leonel. Nada personal. Tampoco de principios. Reconozco que ambos hicieron cosas buenas, pero no tan grande como el nivel de frustración y desencanto que han dejado en la mayoría de la minoría pensante. Del sector independiente al que pertenezco. El desencanto de una masa silente que no se define y desea ser mejor gobernada. Que aspira tener un país mejor. Que abjura de los niveles de corrupción e impunidad,  del autoritarismo y la exclusión.  Del Estado delincuente que corroe  el Estado de Derecho. La justicia y la equidad.    

Leonel se va, en la primera o en la segunda vuelta, esos son los pronósticos. El pensar de los analistas. La realidad política que no se deja arrastrar por ilusiones. Se le allanó el camino desde el comienzo, cuando se dio inicio a la guerra de las papeletas por la nominación presidencial. Ahora recoge sus frutos.

Frutos amargos, porque es una derrota para la institucionalidad democrática. Para la decencia y la moral política.