Leonel y las dos crisis

Leonel y las dos crisis

MANUEL E. GÓMEZ PIETERZ
Llamemos simple y provisionalmente como «extra-partidistas» a quienes integrarán el normal estamento partidario opositor al PLD, en el juego político ulterior a los tradicionales cien días de tregua.  Porque a dos años del torneo congresual y a cuatro del presidencial, consideran que cómodamente pueden asumir una actitud más próxima al interés nacional que al del propio partido y sin desmedro del mismo; para opinar, apreciar, enjuiciar y actuar como sensatos ciudadanos ante los ingentes problemas y calamidades que agobian a nuestro país.

Pero aún cuando esos extra-partidistas reconozcan sinceramente la necesidad de cooperación con el actual gobierno para superar la peor crisis de nuestra historia, que en muy grave medida nos afecta a todos: ricos, pobres y clase media; lo hacen a la distancia con el callado y subconsciente sentimiento de que en última instancia la solución es primordialmente un problema que atañe al Gobierno del Partido de la Liberación Dominicana, cuyo final desenlace será el éxito de todos, o el exclusivo fracaso del partido.

La clase política dominicana, parece no haber valorado en todas sus dimensiones la magnitud de esta crisis y sus posibles y nefastas consecuencias para el futuro de la nación.  La nuestra es una crisis bifronte.  Es a la vez una gran crisis económica y social en acto, y una aún más peligrosa crisis política en ciernes, que apunta al descrédito, la disolución, y el total colapso del régimen de partidos políticos en este país.

Que nuestros políticos no se llamen a engaño; el Presidente Fernández con su partido, ha sido elegido por el destino para poner en sus manos el futuro de la República.  En la actual coyuntura, su éxito o fracaso no sería el de su gestión, sino el del sistema de partidos políticos de esta republica, con sus apocalípticas consecuencias. Mirémonos en el espejo del país venezolano.

Venezuela, país poseedor de vastos recursos naturales, es el quinto productor y exportador mundial de petróleo, riqueza que no se ha reflejado en una equitativa distribución poblacional del ingreso, y la brecha entre los fabulosamente ricos y los pobres marginados se ensanchó hasta lo intolerable ante la indiferencia, la inoperancia y la corrupción de todo el sistema político de esa Nación.  Cerrado el abanico de las expectativas de las mayorías populares; perdidas la fe y la confianza en los partidos políticos, y éstos en el pico del desprestigio, estaban dadas las causas de su colapso y desaparición, y creadas las condiciones para el advenimiento del «fenómeno político Hugo Chávez», cuya evolución hasta la actualidad es de todos conocida.

Ante la consternada sorpresa de sus opositores, el Presidente Chávez ha ganado legítimamente el «Referendo Revocatorio». La oposición, sin una cabeza política prestigiosa, sigue sin comprender que simplemente en Venezuela ha colapsado el sistema de partidos y ante ese vacío de liderazgo político, no puede ofrecer en el corto plazo al pueblo venezolano una opción mejor que la de Hugo Chávez.  En la presente coyuntura política, Chávez es talvez el mejor gobernante posible.  Porque forzar en el corto plazo una solución que sólo sería viable en el muy largo plazo, desataría inevitablemente una guerra civil en Venezuela.

Haber obtenido una votación favorable próxima al 60 por ciento, con una concurrencia masiva a las urnas, estaría indicando que por Chávez no solamente votaron los «chavistas» fervientes, sino un segmento apreciable de clase media.

Nos luce que la única opción de la oposición en el corto y el mediano plazo, consiste en restaurar el sistema de partidos que alumbre un nuevo liderazgo político, y actuar organizada, paciente y democráticamente mientras el régimen de Chávez madura y suda la fiebre revolucionaria.

A nosotros, en esta Dominicana tierra, nos aprovecharía poner la barba en remojo y aprender la lección y la moraleja del caso venezolano.  Estamos a tiempo y tenemos con el nuevo Gobierno los recursos políticos para reformar nuestro sistema de partidos políticos y prevenir la hecatombe de su colapso.  Cuyo primordial y tal vez único prerrequisito sea el arrimo solidario de los hombros políticos para superar en el menor tiempo posible esta agobiante crisis total.

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